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LA PREDICACION El ministerio de lapalabra no se concedía indistintamente a todos los sacerdotes. Los «predi cadores» eran los menos hasta finales del siglo XVII. Los demás se encargaban de culto en el templo conventual y del Sacramento de la Penitencia. Los predicadores debían atenerse a la norma de San Francisco: «Anunciar los vicios y virtu des, la pena y la gloria con brevedad de sermón», al margen de la alta oratoria, con sencillez y fervor. Se escribieron tratados para orientación de predicadores, y como corrección de los mo dos barrocos e impropios que se dejaron oír, incluso enestas regiones. Uno de estos libros fue el escrito por el P. Antonio deAlicante: «Avisos al nuevo predicador evangélico». (Valencia 1660). En la segunda mitad de este mismo siglo XVII proliferan en España las MISIONES POPU LARES, con apóstoles muy «especializados» en este ministerio pastoral. La Misión popular constaba de un «núcleo fuerte» que consistía en sermones con una carga de celo y sinceridad excepcionales sobre las verdades eternas, a los que seguían unas pláticas morales, con una ora toria más reposada, que constituían todo un tratado -a lo largo de quince días- sobre la Fe y la Moral católica para el pueblo. Se desenvolvía en un clima penitencial y de recogimiento, con prácticas piadosas, cuyo cen tro era el VIA CRUCIS público, finalizando con la reconciliación sacramental y la Eucaristía. Ciertamente, los pueblos quedaban conmovidos y, en ocasiones, trasformados, y con el sello de lo Capuchino asumido como una característica más de las gentes. El hecho de predicar no se debía únicamente a un «instinto» o impulso apostólico, como se puede comprender, habida cuenta de las dos «clases» de religiosos clérigos por aquel entonces. Recordemos la acertada iniciativa del General de la Orden, P. Pablo de Colindres, de fundar los «SEMINARIOS DE MISIONEROS» que en nuestra Provincia Capuchina de la Preciosísima Sangre de Cristo, de Valencia se hizo realidad en el Convento de Monóvar, en 1764, y que permaneció en activo casi unsiglo, hasta 1835. En él se buscaba, a lapar que larenovación interna de los frailes, la solidez teológica y una forma tradicional de predicación con un estilo netamente Capuchino, sencillo, directo y piadoso. 192
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