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E L C O N V E N T O C A P U C H I N O Probablemente por lavinculación directa con los Capuchinos italianos, ennuestros orígenes, y, consecuentemente, por nuestramanera de entender laausteridad, una vez pasados los tiempos «heroicos» de la Reforma, en nuestra Provincia se pasó con presteza y buen sentido, de habitar en ermitas al Convento propiamente dicho. Son ejemplos claros de ello Massamagrell, Albaida, Ontinyent... Nuestro «hábitat» ha tenido hasta nuestros días una personalidad claramente definida, de tal forma que, ya enel siglo XVIII, se le dio en llamar «estilo Capuchino». Las Constituciones de la Orden determinaban minuciosamente desde unmodelo general, mantenido con bastante fideli­ dad, hasta las dimensiones de las dependencias, puertas, ventanas y claustros, bajo el signo de la sencillez y la pobreza. El CONVENTO estaba formado por una edificación en cuadrilátero, enmarcando un patio central, en ocasiones con cisterna -caso de «La Magdalena», popularísima por la cantidad de labradores de las huertas que acudían a llenar sus cántaros-. Adosado al mismo estaba el TEM­ PLO CONVENTUAL, con el encanto de su sencillez y limpieza. Nuestra legislación ordenaba: -«Debe ser pobre y devoto». Siempre de una sola nave, tenía a ambos lados varias capillas enmarcadas por arcos de medio punto que rompían la monotonía de las paredes, lo mismo que una cornisa que recorría toda la nave. En el exterior y en lo alto de la fachada se colocaba una cruz y a un lado la espadaña, cuya campana, según especificaba la legislación, «no debe pesar más de ciento cincuenta libras». Las campanas de nuestros conventos, durante años, durante siglos, hanpuesto música, simple como los trinos, a laoración y al silencio, en las espadañas, en las porterías, en los patios donde sonaban casi con timidez... Nuestros templos, en un principio -al menos los más «clásicos», y así se ven aún en otros países -tenían una especia de atrio o zaguán que protegía la entrada -casos de Massamagrell y Ollería- que desapareció para dar lugar al CORO, superpuesto y formando parte de la nave, cambiando la fisonomía de la fachada por un frontis de grandes dimensiones. El CORO fue una pieza indispensable en la vida conventual, para el rezo y la oración, tanto 185

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