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santes, a lectores o predicadores, en cuanto a la asistencia al Coro o a ciertos «extras» en el refectorio, etc., sí se teníanciertas apetencias que, bien es cierto, no repercutían favorablemente en la convivencia fraterna. No parece que existiera la recreación comunitaria, como no fuera el llamado «RECREO EXTRAORDINARIO» algunas veces al año, en especial, antes de la Cuaresma. Entre las ocupaciones de los frailes, además de las «externas» de lapredicación, confesiona­ rio, asistencia a enfermos y mendicación, cada oficina, dentro del recinto conventual tenía su «encargado», tal como se describía en el «MANUAL»: Bibliotecario, portero, hospedero, sa­ cristán, enfermero, cocinero, refitolero, hortelano, etc. Hoy día, sin tantameticulosidad legal, se atienden algunos de estos menesteres con personal más o menos fijo, aunque, en general, es la buena disponibilidad o el régimen rotativo lo que lleva unaceptable orden dentro de lacomuni­ dad. Finalmente, en lo que se refiere al modo de vestir, alimentación, descanso, y a la vida capu­ china en general, el ideal de pobreza era inseparable de la austeridad, y en determinados perso­ najes o épocas, entrando en los límites del rigor. No cabe duda de que lo característico en el Capuchino era precisamente el hábito, la «estampa» que presentaba ante el pueblo: la sencillez de hábito y el capucho, las sandalias o el hecho de ir sencillamente descalzos, sobre todo en la primera época, el manto corto, labarba... Un exterior, en este marco mortificado y recogido fue siempre una constante de los frailes, sabiendo que la devoción de la gente por nuestra Orden estaba muy condicionada por el porte exterior mortificado y devoto. En la actualidad, el desenvolvimiento de la vida ordinaria del convento tiene un nivel de sociedad de base, de familia de trabajadores, hablando en términos generales, y, en algunos casos, con unsentido de pobreza y austeridad, realmente ejemplares. Encuanto al porte externo, la sociedad actual, con otros «valores» no tan profundos y trascendentes como antaño, impone otros modos, aunque bien es verdad, que el carisma, el especial atractivo franciscano trasciende y se distingue doquiera esté el Capuchino.

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