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diócesis, no tanto por el número de hermanos que se acrecentaba rápidamente, cuanto por la popularidad y prestigio ante todas las clases sociales, de la mano de grandes testimonios de santidad; del fervor de su predicación, y de un estilo, de un aura indefinible que conllevaba -y conlleva- el hecho Capuchino y crea cercanía. Esta «Primera Etapa» de laque fue, lógicamente, testigo directo el Patriarca Ribera se apoya­ ba en unos imperativos, en unas estructuras -lo hemos apuntado de pasada- que constituían en profundidad la vida capuchina, según el originario ideal y la manera de entender la ascesis religiosa por aquel entonces. Ciertamente, la razón última, la vocación capuchina -como la de cualquierOrden oCongregación- no está ligada aunas épocas omodos de sery hacer, y, por otra parte, el crecimiento en plenitud, en madurez, es una necesidad vital en todo organismo de cualquier tipo. Por eso, en la modestia de estas páginas, vamos a limitarnos a constatar los modos de vida, las «santas y laudables tradiciones» y suevolución desde los tiempos «heroicos» de rigor y posterior legalismo -siglos XVII y XVIII- hasta el justo medio de la observancia en épocas posteriores. Los Capuchinos se propusieron inicialmente demostrar, en unafán de superación, con gran­ des dosis de sencilla y buena voluntad, eso sí, que ibanmás alláde toda austeridad, recogimiento y penitencia. Esta aspereza de vida era, en algún modo, su sello de identidad entonces. Su con­ dición de mendicantes garantizaba unos límites de pobreza verdaderamente estrechos, desde su porte externo (hábito, sandalias, usados hasta límites imposibles; aspereza del lecho; frugalidad en laalimentación; vigilias prolongadas, rigurosas penitencias...), hasta el mismo lugar de resi­ dencia. En lo que se refiere aValencia, aúnantes de serconstituida Provincia Independiente, bienpor lavisita pastoral -1603- de San Lorenzo de Brindis, General de laOrden, tanenemigo de excen­ tricidades y excesos, como fautorde laVida Común, bien por laacertada dirección de suprimer Provincial, el Padre Serafín de Polizzi, constituida ya Provincia Capuchina de la Preciosísima Sangre de Cristo, deValencia apartirde 1605, los frailes semantuvieron en un loable equilibrio entre el fervor del espíritu y el rigor externo. En consecuencia, los años que medían desde bien 174

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