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memoria del Marqués de Aytona. Sería una ingratitud pasar por alto entre los Capuchinos este recuerdo. Con muy pocas excepciones podrá contar laOrden con personajes tandecididamente partidarios de nuestra presencia enel Reino deValencia. Su coraje por nuestracausa, suafectuo­ sa amistad y caridad sagaz y diligente alcanzaron cotas muy altas. D. Guillém Ramón de Moneada Portocarrero, Marqués deAytona y una larga serie de títulos nobiliarios y blasones entre los más distinguidos de la nobleza, fue, por encima de todo, un hombre bueno, quemereció que las gentes de sutiempo lo calificaran como «el varón santo». Su caridad y piedad para con los pobres llegó hasta señalarles una pensión diaria; los estudios de sus vasallos los costeaba enteramente. Era piadoso, rezando todos los días el Oficio Divino. Celoso del bien espiritual de su servidumbre, y devotísimo del Padre San Francisco y de sus hijos, de manera muy especial de los Capuchinos. No pudo ver terminada su obra del templo conventual de los Capuchinos de Callosa, al acae­ cer su muerte el día 5 de febrero de 1727. Su sepulcro está en el Monasterio de Poblet. En todos los conventos Capuchinos se celebraron funerales por su alma, y en el de Callosa, además, cada año el día 5 de febrero. Los mismos sufragios se concedieron a la muerte de la Marquesa de Aytona, D.aMaría Rosa de Castro. Los Capuchinos de este convento no tuvieron que sufrir el destierro en la Guerra de la Inde­ pendencia. Sin embargo, en los vaivenes políticos durante el reinado de FernandoVII, sufrieron vejaciones y exclaustraciones. Finalmente y de forma definitiva se clausuró el convento, al igual que los restantes de la nación, en 1835. Cerró sus puertas el día 31 de agosto.

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