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F R A N C I S C O D E A S I S Raíz y Savia Lo llamaron «El Cristo del siglo XIII». Se llenaría el mundo de libros, y no se llegaría a ahondar en su alma. De Francisco sólo se sabe lo que de él se experimenta: No bastarán los siglos para descubrirlo y conocerlo en plenitud. Año de 1182. En Asís, según la expresión admirada de Dante, vino al mundo un «sol». En efecto, así lo consideraron sus contemporáneos, y así continúa siéndolo para el mundo entero, aquél quereencontró laprimitiva inocenciay lahermandadcon todas las criaturas, precisamente porque supo despojarse de todo dominio sobre éstas y devolvió la luz de Cristo, el amor y la esperanza, la confianza de Dios en todo hombre y la confianza del hombre en el hermano. En su divina aventura no tuvo pretensiones de trazarse su camino, no quiso someterse anin­ guna otra institución religiosa, excepto, (y aquí actuó con toda su fe y fuerza) a la SantaMadre la Iglesia Católica. Sin embargo, con simplicidad y fe, aceptó el Evangelio y se esforzó en vivirlo radicalmente todo, puesto que el Evangelio es Cristo viviente. Se labró un camino de pobreza absoluta, penitencia, oración, apostolado «para salvar las almas que Cristo redimió con su sangre», y de continuo contacto gozoso con Dios contemplado en sumisterio de amor a las criaturas y sobre todo enCristo, queMaría nos dio como Hermano. 13

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