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Los tiempos cambian, al igual que las personas, y un siglo después -mediados del XVIII, 1753-. El Ayuntamiento de entonces no quiso acordarse de quienes eran los Capuchinos para su ciudad ni tener en cuenta su extrema pobreza, y llegó a privarles del derecho secular que tenían a proveerse de agua. Asimismo el Consejo de Castilla, también durante este siglo -año 1776- les obligó de forma vejatoria a hacer «relación individual y verídica de los religiosos y de las limos- . ñas que recogen». En aquel entonces formaban la comunidad 28 religiosos, de los cuales 19 eran sacerdotes, 4 clérigos estudiantes y 5 hermanos no clérigos, siendo el Guardián el P. Narciso de Alicante. Los inicios del siglo XIX no revistieron mejor cariz, puesto que al entrar el ejército francés en la provincia de Castellón -1811- y llegar a Segorbe, huidos los frailes, fue asaltado y desmante­ lado el convento. El templo conventual fue profanado y convertido en caballeriza. Al regreso de los religiosos con el advenimiento del Rey Fernando VII, tuvieron que dedicarse desde un prin­ cipio a la reconstrucción del convento. Restablecida la vida común y regular en este convento, pero prohibida y suprimida en los Conventos de Jérica y Ollería por las Cortes de Cádiz en 1821, ambas comunidades fueron agregadas a ésta, así como algunos frailes del Convento de Xátiva, el cual también fue clausura­ do. Se puede comprender el agobio y la estrechez material ante esta acumulación de frailes en su deseo de mantener la vida común hasta las últimas posibilidades, así como la zozobra de espíritu por una situación tan poco prometedora. Después de una época de incertidumbres, fueron re­ abiertos todos los conventos por el Rey Fernando VII una vez anulada la Constitución. Segorbe fue siempre lugar preferido para dedicarlo a centro de estudios de los frailes que se preparabanpara el sacerdocio. Desde 1704, casi continuamente hasta vísperas de la Exclaustración fue destinado sucesivamente a «Seminario de Coristas» y «Colegio de Filosofía». Finalmente los Capuchinos tuvieron que abandonar -esta vez definitivamente- su Convento de Segorbe forzados por el decreto de expulsión de las Ordenes Religiosas de España en 1835. El último Guardián, testigo de este triste final fue el P. Serafín de Ollería. c i ó n y g r a t i t u d a l o s r e l i g i o s o s .

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