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Este es, en efecto, el propósito de unas páginas que, excluyendo la minuciosidad -que no el rigor histórico-, y en ello queremos insistir, pretenden destacar y llamar la atención sobre la elocuencia de este solo dato: CUATRO SIGLOS. Cuatrocientos años de presencia capuchina. Por ello mismo, por su carácter eminentemente testimonial y emocionado; porque, además, nuestra Orden tiene una dimensión que trasciende toda obra humana -aún sin restarle a esta su valor-, y, eneste sublime aspecto, sólo Dios sabeyjuzga quiénes y cuántos hansido en realidad, «piedras vivas» en la edificación de lagran obra de la Provincia Capuchina de la preciosísima Sangre deCristo, deValencia; y porque lapresencia, ya para siempre, y el peso específico de la legión de frailes Capuchinos que nos han precedido -3.022 señala el Necrològio de Valencia desde 1956 hasta el ya lejano 1947- trasciende el ámbito de estas líneas; por todo ello trazamos únicamente las «líneas maestras», eludiendo -con sentimiento lo decimos- nombres depersona­ jes y lugares, los cuales, sin embargo, estánpresentes en el alma de laProvinciay escritos, uno auno, en el indefectible «Libro de laVida». Partimos, porhonory porveneración, de Franciscoy Clara deAsís, raízy savia, pasando por Juan de Ribera, las fundaciones, la vida capuchina, hasta el apostolado, popular y mariano, de los frailes Capuchinos en todos los tiempos. Finalmente estos cuatrocientos años de vida capuchina constituyen, sobre cualquier otro lo­ gro, el haber hecho posible una presencia seculary viva de Francisco deAsís entre nosotros. Que la Virgen María, Reina de la Orden, nos encuentre dignos de perpetuar la huella del Pobrecillo. Fr. Salvador Montolíu -Capuchino-

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