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70 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Esas medidas tan rigurosas y tajantes y ese insistir en la preparación adecuada de los confesores nos muestran bien a las claras la impor­ tancia que se daba ya entonces a este ministerio a fin de que fuese des­ empeñado con el decoro debido al sacramento y el lustre y honor al hábito. Eso mismo se irá acentuando más y más en el correr de los años, como tendremos ocasión de advertirlo. 3. No podemos por menos de dedicar unas líneas a la actividad literaria de los religiosos en estos años y más en concreto a los que imprimieron libros durante ellos. Tal fue, en primer término, el P. Félix de Alamín, que, no contento con desplegar un activo apostolado por medio de la predicación de misiones populares, supo sacar tiempo para continuar la publicación de sus escritos tanto místicos como catequéti- cos, o hacer ediciones nuevas de otros ya publicados. Emulo en cierto modo del anterior, tanto en las misiones como en la composición de libros, fue el P. Manuel de Jaén. Quizá en 1718 imprimió por vez primera su obrita: Instrucción útilísima y fácil para confesar particular y generalmente y prepararse y recibir la Sagrada Comunión. Sabemos que en 1720 publicó ya la segunda, y en 1728, la quinta. En este mismo año imprimió otro libro: Remedio universal de la perdición del mundo (Madrid), dedicado a la oración. Posteriormen­ te, sin que podamos fijar de momento la fecha, imprimió este otro opusculito: Día del buen cristiano, de sólo 46 páginas, en el que señala el modo de santificar las obras del día. Llevado también de su amor a la Pasión y de la devoción que los Capuchinos tuvieron al ejercicio del Viacrucis, que practicaban en sus misiones, compuso asimismo el opúsculo: Modo de visitar las cruces, que suele ir en ediciones poste­ riores junto con el libro: Remedio universal, como el Día del buen cristiano se pone a continuación de la Instrucción. Finalmente, suya es una Novena del glorioso San Antonio de Padua, que es justamente de martes y que debió hacer para satisfacer la devoción de los que visitaban la iglesia de San Antonio del Prado. En la segunda parte de este tomo dedicaremos varias páginas al P. Jaén, fallecido en 1739. Las obras por él compuestas iban ordenadas a conseguir el mayor fruto posible en sus misiones y que fuese permanente. Otro de los escritores de esos años fue el P. Pedro de Reinosa, quien, a las dotes de excelente predicador, juntó las de poeta. Además de la Oración fúnebre de Carlos II, predicada en Toledo en 1701 (19) e impresa ese mismo año, publicó un sermón de la Virgen en su Nati­ vidad, impreso en Valladolid en 1718, y en 1727, la Vida de Santa Casilda, reina de Toledo, escrita en octavas reales. Es el único capu­ chino castellano de aquel siglo que haya compuesto una obra total­ mente en verso. celebrado en este convento de San Antonio de Madrid el día 2 7 de abril de 1742 (A P C , 6 /1 2 ). (1 9 ) C fr. to m o I, 3 3 3 4 .

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