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ACTIVIDADES MINISTERIALES LOS AÑOS 1727-1746 65 De casi todos ellos se nos conservan algunos sermones impresos, a través de los cuales podemos juzgar de su predicación y literatura. El que más fama y renombre tuvo, al parecer, fue el P. Diego de Ma­ drid, quien nos ha dejado seis tomos de sermones predicados por él en ocasiones solemnes y de compromiso; algunos de ellos se reimpri­ mieron dos veces. De todos modos, forzoso es confesar con dolor que, en general, esos y otros muchos predicadores de entonces se hallan resabiados del mal gusto de la época. En otra parte hemos hecho notar la extrafieza de que aún en nues­ tra Orden, dedicada de modo especial a la predicación, no se hubiesen dado ya desde un principio normas concretas para la competente pre­ paración de los que debían anunciar dignamente la palabra de Dios. Nada se legisló sobre eso hasta el Capítulo general de 1698, y justa­ mente en esos años que historiamos fue cuando ya más en concreto se prescribe el estudio de la Retórica, «que se estima necesaria para instruir a los nuevos predicadores y es asimismo deseado por muchos», dice el P. General, Buenaventura de Ferrara, en las ordenaciones a toda la Orden dadas en 1735 (2). Y por lo que mira a la provincia de Castilla — nos referimos más en concreto a casi la primera mitad del siglo xvm— , abundan en todas las ordenaciones de los superiores normas muchas veces repetidas acerca de la instrucción que debía proporcionarse a los jóvenes, como también sobre el estudio de la moral, para que desempeñasen luego con dignididad y competencia el ministerio del confesonario. Pero en lo que mira a la predicación, sólo encontramos en esos años, y ya en 1740, esta precisa observación del P. Jerónimo de Salamanca: «La ignorancia crece y va tomando cuerpo, como es notorio en la provincia; pero al mismo paso sube hasta las nubes la presunción de nuestros predicadores en sólo el nombre, quienes a título de siete años de estu­ dio mal empleados, ni quieren hacer limosna ni decir misa de tabla ni servir sino de ejercicio a los prelados, aguardillados siempre en los corredores, o en los ángulos del dormitorio, o en las celdas de los otros, a murmurar de toda la provincia. Con santa libertad deben los prela­ dos rondar y celar este punto y sin oponerse al justo alivio de tomar el sol, pasearse un poco y otros semejantes, deben obligar a los notados en este exceso y ociosidad a que se retiren a sus celdas a leer un libro para que cobren más amor a los libros y a la celda» (3). El P. José de Sangüesa, no obstante ser predicador del rey y con excelentes cualidades oratorias, ninguna ordenación dio respecto al mo­ do de predicar ni tampoco a la formación de los predicadores. Sobre esto mismo volvió el P. Salamanca en las ordenaciones dadas en 1745 (2 ) C fr. dichas Ordenaciones, nota 3 del cap. V I , y m i estudio: Preparación apostólica de los jóvenes religiosos sacerdotes, en Naturaleza y Gracia, 9 (1962), 287. (3 ) Apuntamientos y ordenaciones provinciales hechos y mandados publicar en la Congregación que se hizo el día 24 de enero de 1741 (A P C , 6 /1 1 ). 5

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