BCCCAP00000000000000000000156

F R U T O S D E S A N T ID A D 677 pan y agua. Las vísperas de Nuestra Señora nada comía, y en su día, por razón de la festividad, solía comer una ensalada cruda. Viviendo en nuestro convento de El Pardo era el teatro de sus peni­ tencias una cueva que había junto a la ermita de Nuestra Señora de la Paz. Aquí eran tan crueles las disciplinas, que el suelo y paredes estaban corriendo sangre, aunque procuraba ocultarlo, echando tierra y rayando las paredes. Jamás faltó a maitines a media noche y, acabados, se iba a la celda hasta que los demás religiosos estaban recogidos, que bajaba a la iglesia y pasaba allí toda la noche en oración y alabanzas divinas. En los primeros años tomaba mucho tabaco, pero un día, lleno de fervor, dijo: «¿Para qué cosas inútiles?» Y sacando la caja, la arrojó al fuego y nunca lo volvió a tomar. Padeció no poco entre sus hermanos, tratán­ dole de voluntarioso y ridículo en su modo de vida, pero lo llevaba con gran paciencia. Siendo limosnero en Toledo, tuvo revelación de un gran peligro en que se hallaba en Cádiz un caballero devoto de la ciudad de Toledo y en la misma hora se lo dijo a su mujer, aunque añadió que saldría bien, y todo se verificó puntualmente. Murió en el convento de San Antonio de Madrid el año de 1724, habiendo antes predicho la hora de su trán­ sito. En el mismo día y hora se apareció en Zamora a una hermana suya, religiosa en el convento de Santa Paula, de no vulgar santidad, y, habiendo hablado entre los dos cosas espirituales, se desapareció y fue a gozar de Dios, como piadosamente creemos» (24). Terminamos este capítulo y con él esta segunda parte y tomo de la historia de la provincia, lamentando una vez más la falta de documentos y sobre todo de datos concretos sobre la vida de los religiosos castellanos que vivieron a lo largo del siglo x v i i i y en el primer tercio del xix. No obstante nuestro esfuerzo e investigación por archivos y bibliotecas, así públicas como particulares, no nos ha sido dado encontrar las crónicas que indudablemente existieron, tanto de la provincia como de cada uno de los conventos. Dejamos la labor de completar cuanto hemos escrito a otros más afortunados, si es que tan valiosa e interesante documen­ tación no desapareció o fue destruida por manos inconscientes o des­ aprensivas. (24) Copiado asimismo del cuadro impreso existente en el Archivo de la Casa Ducal de Medinaceli (Medinaceli, leg. 223, n. 8 ).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz