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668 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Y que, como consecuencia, los religiosos de Castilla fueron efectiva mente ejemplares, lo dice muy alto, entre otros, el testimonio del famoso Torres Villarroel que conoció muy a fondo la vida de los Capuchinos del convento de Salamanca, con los que conversaba familiarmente y con frecuencia. A dicho convento se retiraba a temporadas y allí vivía, en la celda que «la bizarra pobreza y la extremada piedad de los RR. PP. Defi nidores capuchinos de las dos Castillas» le tenían concedida. Los llama a boca llena «pobrísimos», «ejemplares», «mortificadísimos», «hallando todo mi consuelo en la asistencia y caritativos consejos de los RR. PP. Capuchinos, a quienes amo con toda mi alma». Y bien pudo afirmar de los demás lo que dice del P. León de Guareña, que le asistió en una grave enfermedad, escribiendo «que parecía un Macario penitente, que respi raba muertes y eternidades por todas sus ojeadas, coyunturas y movi mientos» (2). Sin embargo de eso forzoso es consignar también que, debido al ambiente que comenzó a respirarse ya desde el último tercio del siglo xvm, a las ideas liberales y regalistas y luego a los principios pro clamados por la revolución francesa, la observancia comenzó a decaer notablemente entre las Ordenes religiosas. Todavía los Capuchinos pudie ron sostenerse mejor que otros por no haber sido gobernados entonces por Vicarios generales, que les fueron desligando bastante de Roma. Pero, al fin, también ellos tuvieron que aceptarlos en fuerza de la bula Inter graviores, dada en 1804 , que prescribía el régimen de alternativa en el gobierno de la Orden. A los trastornos y complicaciones ocasionados con eso, se juntaron los que originó la guerra de la Independencia: inobser vancias, relajaciones, dispensas, al principio necesarias y justificadas pero que luego, pasado aquel conflicto, no pudieron reprimirse eficaz mente y menos aun suprimirse en su totalidad. A tan lamentables males se juntaron otros muchos, mayores y de más tremendas consecuencias, que consigo trajo el período constitucional. Para remediarlos no valieron las llamadas de los superiores, las amonestaciones, hasta los preceptos. Las cosas fueron de mal a peor y la disolución y exclaustración de las Ordenes religiosas pareció fruto trágicamente maduro, siendo sólo pre ciso el vendaval que sacudió el árbol por medio de Mendizábal. 2.—No obstante que los superiores salían al paso de las relajaciones que se introducían tanto en orden a la observancia como de la pobreza, forzosamente éstas se resentían a causa de las necesidades de los tiem- gimen, tuvo sucesivamente el Manual compuesto por el P. Mateo de Anguiano, Disciplina religiosa de los Menores Capuchinos de nuestro Será/ico P. S. Francisco para la educación de la juventud de esta santa Provincia de la Encarnación de las dos Castillas, Madrid, 1768, y el Ceremonial Seráfico para la instrucción de los Religiosos Capuchinos de esta santa Provincia de la Encarnación de las dos Castillas, I-II, Madrid, 1774. ( 2 ) D ie g o d e T o r r e s V i l l a r r o e l , Obras, t. X I, Madrid 1798, 22 y 155, y t. X V , Madrid 1799, 184.
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