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CAPITULO XXI F r u t o s d e s a n t i d a d 1 . Vida observante y ejemplar. — 2 . Superación de la observancia común. 3 . Modelos de celo y virtud. — 4 . Raros ejemplos de santidad. — 5 . Vida santa y predicación. — 6. Datos concretos: Hnos. Fr. Baltasar de Trevi- ño y Fr. Ignacio de Zamora. 1 .—Llegamos al postrer capítulo de esta historia de los Capuchinos castellanos a lo largo del siglo xvm y primer tercio del xix, al que hemos puesto ese sencillo encabezamiento. Quizás hubiera sido más acertado haberlo puesto al principio de esta segunda parte, pero por varias razones hemos preferido este orden. Esos frutos de santidad fueron a no dudarlo consecuencia de una vida edificante y ejemplar llevada por los religiosos, fundamentada por una parte en la fiel observancia de la Regla y Constituciones, y por otra, ayudada y defendida por el respeto a las santas costumbres de la pro vincia, recogidas en los Manuales o Ceremoniales, que sirvieron de norma estable y medio de formación a múltiples generaciones. Reconocemos de buen grado que todo eso era algo externo a la vida religiosa, sin embargo hay que admitir también que contribuyó eficaz y poderosa mente a fomentar y consolidar la piedad interior y a crear, formar y desa rrollar el verdadero espíritu religioso y capuchino. Lo exterior no cons tituye ni acredita lo interior, pero ayuda, sostiene y lo acrecienta: somos seres compuestos de cuerpo y alma. Un jesuita ha podido afirmar recientemente: «La Compañía de Jesús se ha sostenido hasta ahora gracias a su férrea disciplina; la Orden Capuchina, en cambio, gracias al recio espíritu que la ha animado.» Y ese espíritu se debilita, se aminora, decae y muere sin algo externo que le compela, le fuerce, le ayude y sostenga. Así nos encontramos con dos fuerzas o alicientes: una interna que convence, y otra externa que obliga y arrastra. Precisamente por eso los superiores provinciales de Castilla insistieron constante y machaconamente en sus ordenaciones en orden a la más fiel observancia de lo legislado. Gracias a eso y al res guardo seguro de los Manuales, acomodados a los tiempos y necesidades, pudo sostenerse la vida regular en todos los aspectos (1). (1) Hemos ido anotando con frecuencia la importancia de esas ordenacio nes dadas por los PP. Provinciales al celebrarse los Capítulos o también las Con gregaciones intermedias. Asimismo hemos advertido que Castilla, como norma directiva y para su ré-
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