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ALGUNOS ESCRITORES SEÑALADOS 639 debe hacerse la confesión de los pecados mortales, defectos de los que frecuentan este sacramento y modo práctico de confesarse bien. Hemos advertido en otras ocasiones que los misioneros no sólo pres­ taron su atención y cuidados a los fieles sino también a los sacerdotes, a cuya utilidad y provecho compusieron también importantes libros. Así lo hizo también el P. Alamín en este meritísimo escrito, que no dudamos en comparar con el tan conocido del P. Antonio de Molina; se titula: Retrato del verdadero sacerdote y manual de sus obligaciones ( 17 ). Tres extensos tratados lo integran, dedicando el primero a cómo debe ser reve­ renciada la dignidad sacerdotal. Pondera en el segundo cuáles han de ser la vida y costumbres del ministro del Señor, y en el tercero se proponen los vicios de que debe huir y por el contrario las virtudes que debe prac­ ticar. La doctrina interesante y sólida va apoyada en las enseñanzas de la Sda. Escritura, Concilios, Pontífices, de los santos y otros doctos escritores. En el mismo orden de espiritualidad y perfección compuso y dio a la publicidad este otro escrito: Exhortaciones a la segura observancia de los diez mandamiento de la ley de Dios ( 18 ). Su contenido lo resume el pro­ pio autor diciendo que aquí se proponen motivos para aborrecer los vicios opuestos a los mandamientos como igualmente para abrazar las virtudes incluidas en los mismos. Once años después publicaba esta obra de notable extensión, como todas las suyas, y cuyo contenido se deja ya entrever por el propio título: La felicidad o bienaventuranza natural y sobrenatural del hombre ( 19 ). Y por fin, siendo ya nonagenario, daba a la prensa el mismo año dos escritos apologéticos. El primero lo tituló: Tesoro de beneficios ence­ rados en el Credo, y motivos que inducen y enfervorizan a agradecer y corresponder a los muchos beneficios incluidos en cada artículo (20). En tres partes ha dividido el contenido de esta obra, proponiendo en la primera las grandes excelencias de la religión católica, y ponderando al mismo tiempo lo mal que se observa. Dedica la segunda a explicar el Credo y todo el rico contenido de la doctrina que en él se encierra. En la tercera prueba con razones y ejemplos cómo puede bien ser observada la ley evangélica, discurriendo muy en particular por cada uno de los mandamientos. Aunque escrita en sentido catequético y práctico, tiene además carácter muy principalmente apologético y defensivo de los dogmas de la religión cristiana. Para completar la anterior compuso esta otra: Impugnación contra el Talmud de los judíos, Alcorán de Mahoma y contra los herejes ( 21 ). El mismo P. Alamín la denomina «segunda parte de la religión cristiana, (17) La primera edición salió en Madrid, 1704, y una segunda en Barce­ lona, 1747. (18) Se imprimió en Madrid, 1714, enun abultado tomo de 707 pp. (19) También se imprimió en Madrid, 1723, en un tomode 614 pp. (20) Consta de 464 pp. y se editó en Madrid, 1727. (21) Se publicó en Madrid, 1727.

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