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ahí a llamarle abiertamente «afrancesado», amigo de los franceses, parti­ dario de su dominio en España ( 97 ), favorecedor, panegirista de la usur­ pación y colaborador decidido de los mismos, hay un abismo que cree­ mos del todo infranqueable ante los hechos expuestos ( 98 ). Si alguno juzsa encontrar apoyo a tales afirmaciones en los sermones por él predi­ cados durante el tiempo de la ocupación de Zaragoza, me atrevo a decir que, examinados todos ellos con atención e imparcialidad, no encontrará en ninguno proposiciones dignas de reprensión o censura, así en el terreno dogmático y moral, como patriótico o político ( 99 ). Por eso y otras razones tampoco compartimos sino al contrario recha­ zamos la frase de Vicente de la Fuente al llamar al P. Santander «afran­ cesado y jansenista» ( 100 ), como igualmente el que M. Pelayo le ponga entre los que se prestaron «a bendecir aquella sangrienta usurpación», agregando que «anticanónicamente se apoderó del obispado de Hues­ ca» (101); lo consideramos en un todo infundado y falso, según lo ex­ puesto. De ahí que ya en 1812 escribía el P. Vélez sobre el modo cómo trataban los periódicos a los obispos: «Al limo. Santander se le arguye con el defecto de su adhesión a los franceses, únicamente porque perma­ nece en medio de ellos y por sus sermones» (102). Prueba de que aun con eso no disminuyó el aprecio y la estima de la personalidad del P. Santander, es el hecho de que, ya antes de termi­ nar aquella contienda, se reimprimían en Madrid todos los tomos de sus obras predicables. Juzgamos que si, al retirarse a Francia, hubiese guar­ dado un prudente silencio ante los escritos propalados contra los espa- ILMO. P. M IGUEL SUÁREZ DE SANTANDER, OBISPO 627 estados a la santa Iglesia, ya los quieras canonizar... Perdona, hermano de mi alma, que es mucho lo que en ella me duele aun el imaginar si habrá tal inclinación en que (sic) tanto ama tu, Fray Mosca.» Ronda, 6 marzo 1791 ( Archivo Ibero-Ameri- ricano, 4 (1915), 465). (97) Buena prueba es la Exhortación que hacía a sus paisanos..., Santander 1795, que es una animada y patriótica arenga a los santanderinos para luchar contra los franceses, que ya se habían apoderado de Bilbao. (98) N o comprendemos por eso el empeño de D o m in g o G a sc ó n en: La Pro­ vincia de Teruel..., o.c., de denigrar el proceder del P. Santander mientras que defiende a capa y espada al Dr. Segura, quien en la Carta dirigida a los curas de Zaragoza, alaba al Obispo auxiliar en su actuación. Como tampoco es aceptable y muy reprensible al trato parcial, irrespetuoso, denigrativo y calumnioso que da a ambos F r a n c is c o A z n a r N a v a r r o en su opúsculo: El Cabildo de Zaragoza en 1808 y 1809, Zaragoza, 1908, 105 pp., donde asienta proposiciones totalmente gratuitas y falsas. (99) V. n. 17 de sus escritos. Forman un total de 22 discursos pronunciados en ocasiones de compromiso. Examínense con imparcialidad y no se encontrará en ellos alabanzas a los franceses por las batallas ganadas ni menos aún por haber realizado la invasión. Las ideas predominantes son casi siempre las mismas: tratar de elevar el espíritu para sacar de aquellas circunstancias frutos espirituales, ver en todos los acontecimientos la mano providente de Dios, agradecer en todo mo­ mento sus beneficios, etc. (100) V. d e l a F u en te , Historia eclesiástica de España, V I, Madrid 1875, 183. (101) M. P e la y o , Historia de los heterodoxos españoles, V I, Santander 1948, 31. (102) R a f a e l de V é l e z , O. F. M. Cap., Preservativo contra la irreligión, Ma­ drid 1812, 199.

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