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626 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA y religiosas. Sabido es la situación creada a los primeros por varios decre­ tos del rey intruso, sobre todo por el del 18 de agosto de 1809 , en que se ordenó la supresión de los conventos, y otro del 21 por el que se les retiraban las licencias de predicar y confesar. El P. Santander hizo lo posible para que tales medidas no se tuviesen muy en cuenta en todo Aragón, y gracias a su influencia se suavizaron notablemente. Así, para aliviar su miseria y precaria situación, les concedió licencias de predicar y confesar, les confirió regencias, coadjutorías, capellanías, etc., e incluso les admitió a concurso de beneficios: que algunos continuasen en los conventos, como los Carmelitas de Voltana; que los Escolapios siguiesen enseñando en Zaragoza y otras partes, etc. ( 91 ). Y, por lo que hace a las Religiosas, a las que aun antes de la ocupación prodigó cuidados singu­ lares, después de ella prestó gran atención a socorrer sus necesidades con recomendaciones, hace que regresen a los conventos y reanuden la vida conventual, asegurándoles que nadie les molestaría, después de obtener la promesa de las autoridades francesas, y además que las que se dedicasen a la enseñanza, como las Hijas de la Caridad, pudiesen hacerlo ( 92 ). Y esa misma acción bienhechora la ejerció para con los sacerdotes y personas pudientes mediante súplicas, recomendaciones y ges­ tiones ante los jefes invasores, extendiendo su caridad no sólo a los de la diócesis de Zarazona sino también de Huesca y aun de todo Aragón, sin distinción de clase ni condición ( 93 ). Es verdad que también se le acusa de haber aceptado el nombramiento de Gobernador de las Iglesias de Aragón, hecho de parte de los franceses, pero, como ya dijimos, ni consigo llevaba jurisdicción eclesiástica alguna ni tampoco el P. Santan­ der pretendió ejercerla nunca ( 94 ). Por eso creo que es totalmente injusto el calificativo que algunos han lanzado contra él tachándole de «afrancesado». No puede negarse que sintió predilección por los oradores franceses, sobre todo por Bour- daloue; es verdad también que le gustaba su política, quizás en contra­ posición a la de la corte española, como lo deja entrever en una carta impresa ( 95 ), y que simpatizaba con algunas cosas de allende los Piri­ neos, como se lo advertía confidencialmente el Bto. Diego ( 96 ); pero de (91) Apuntaciones, 90-101. (92) Ibíd., 147-150, 262. Podemos asegurar que cuanto aquí afirma el P. San tander sobre su comportamiento en Zaragoza en tiempo de la ocupación está ple­ namente confirmado por los interesantísimos documentos que se conservan en el Archivo Diocesano de Zaragoza, Despachos de Cámara. (93) Dichos documentos y lo que expone en sus Apuntaciones demuestran la gran caridad del P. Santander: nunca hizo distinción de diocesanos o no. españoles o franceses; sólo atendía a hacer el bien a todos. (94) Tal nombramiento tenía por finalidad enviar comunicaciones de los franceses, apoyar reclamaciones justas y «hacerlas en aquellos difíciles días». Pero nunca ejerció jurisdicción alguna ( Apuntaciones, 103). (95) Carta de un religioso..., donde dice que aquellas palabras de los franceses «igualdad, libertad, fraternidad», le extrañaron al principio, pero luego no le pare­ cieron tan mal. (96) Carta del Bto. Diego al P. Santander en la que le dice: «Si me descon­ suela al verte a mi parecer tan adicto a la Francia, que ahora porque le vuelven los

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