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dos, hacer la visita a la ciudad y comunidades en 1811 , desempeñar otros quehaceres y llenar compromisos propios de su cargo pastoral. Además, por fallecimiento del obispo de Huesca D. Joaquín Sánchez de Cutanda en 1809 , fue nombrado el P. Santander para dicha sede en diciembre del mismo año ( 81 ). Tomó posesión, bajo condición de obtener a su tiempo las bulas, el 17 de enero de 1810 , por medio del Deán que era al propio tiempo Vicario Capitular. Más tarde, 13 de junio del citado año, es designado arzobispo de Sevilla ( 82 ). Don Pedro Valero era Gobernador eclesiástico de Zaragoza antes de los sitios de la heroica ciudad; por temor a los franceses se retiró de ella y dejó en su lugar, 9 diciembre 1808 , a D. Jerónimo González de La Secada; en previsión de lo que pudiera ocurrir, el arzobispo Arce nombró entonces tres Gobernadores eclesiásticos, entre ellos el P. Santan der ( 83 ). Este fue además designado por Souchet gobernador general eclesiástico de las iglesias de Aragón, lo que no llevaba consigo jurisdic ción alguna ( 84 ). Y como obispo auxiliar y a la vez Gobernador ecle siástico del arzobispado permaneció todo el tiempo que en Zaragoza estuvieron los franceses. Ante esos hechos que para algunos encierran indescifrables incógnitas sobre la conducta y proceder del P. Santander, quiero señalar las acusa ciones lanzadas contra él y a continuación exponer la defensa hecha por él mismo y aparte el juicio que nos merece. Es la primera de esas acusaciones por qué no dejó la diócesis de Zaragoza y huyó de los franceses como lo hicieron casi todos los obispos. La contestación del P. Santander es categórica: si se tratase de una persecución religiosa, habría razón para huir, pero, tratándose de una invasión guerrera, no existía razón para ello. Además, en aquellas circuns tancias el obispo debía estar al lado de sus ovejas para consolarlas y aliviar sus penas. No siendo por otra parte aquélla una guerra de religión sino de puro interés material, pretender que los ministros del altar acudiesen, como los soldados, a sostener dicha guerra, aunque fuese justa, era para él «un error grosero y trastornar todos los principios del buen orden y violar los preceptos más obvios del Evangelio». Por lo tanto condena la huida de los obispos mientras que alaba al de Pamplona que no lo había hecho ( 85 ). ILMO. P. M IGUEL SUÁREZ DE SANTANDER, OBISPO 623 (81) Lleva la fecha de Madrid, 21 diciembre 1809 (AGS, Gracia y Justicia, Libro 387, f. 14). (82) El decreto de Bonaparte lleva la fecha 13 junio 1810 ( ibid ., f. 21v.). (83) El nombramiento lo dio el arzobispo Arce en Iruz de Toranzo, 3 abril 1809; los otros dos eran los canónigos D. Jerónimo González de La Secada y Don Ramón M.* Sevillano (AHN, Estado, Junta Central Suprema del Reino, leg. 10, letra A, n. 32). Prácticamente fue Gobernador eclesiástico sólo el P. Santander, porque Souchet prohibió a los otros el ejercicio de su jurisdicción. Arce marchó a Francia en 1812 y falleció en París en 1845. (84) Este nombramiento lo dio Souchet el 3 de octubre de 1809. (85) Carta del P. Santander al Capuchino valenciano P. Pablo de Callosa, Zaragoza, 3 septiembre 1809, en Apuntaciones-Apología, 199, 211-13.
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