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dio incluso misión de ocho días. Y en todos administró del mismo modo la Confirmación a niños y adultos. Esta primera visita, que efectuó a su vez en la capital desde julio a diciembre de 1804 , finalizó en diciembre de 1805 . Los trabajos soportados y el comportamiento guardado, los refiere así a su hermana Catalina: «Cuando recibí tu carta, andaba yo unas veces a pie y otras a caballo por unos terrenos asperísimos y en unos lugares pobrísimos, predicando dos o tres veces al menos cada día, confirmando centenares de criaturas y personas grandes, dando mul­ titud de providencias para las parroquias, para los clérigos, para los ornamentos, libros, cofradías, capellanías, etc., exponiendo mi salud y mi vida por la salvación de las almas y pagando hasta la sal que echaba en el puchero para no molestar a los curas ni a los pueblos con el gasto de uno solo maravedí, y socorriendo a los pobres con varias limosnas; en estas ocupaciones me hallaba sin quietud, sin descanso, sin fuerzas cuando me sales en tu carta»... Y agrega: «Sabe que he dado de limosna hasta el pectoral, hasta los anillos, hasta la manta de la cama con algunos miles de pesetas» ( 77 ). No es de extrañar, pues esos años, 1804 - 1805 , fueron muy duros y calamitosos en extremo por el hambre y epidemias. Terminada esa primera visita fue nombrado Gobernador eclesiástico del arzobispado, pero renunció para atender mejor a las necesidades de los fieles de fuera de Zaragoza. Con tal fin y siguiendo una vez más las indicaciones del arzobispo Arce, comenzó la segunda visita en mayo de 1807 , que no concluyó por azares de la guerra de invasión, máxime por la capitulación de la ciudad. De todos modos, quede bien sentado que su comportamiento hasta esa fecha fue en un todo ejemplar y admi­ rable, digno de los mayores elogios por su actividad, continua predica­ ción, pobreza, desprendimiento y generosidad, haciéndose todo para todos a fin de ganarlos para Cristo y salvarlos ( 78 ). Por otra parte estuvo siempre en comunicación con el arzobispo, a quien repitió la conveniencia de que fuese a gobernar personalmente la diócesis, lo que no pudo conseguir, no obstante las reiteradas promesas de Arce a él y al cabildo. La última carta escrita a éste, 28 de mayo de 1808 , es para decirle que se encontraba enfermo de los nervios y que se retiraba a un pueblo de la Montaña ( 79 ). Por desgracia en la vida ejemplar del P. Santander se encuentran algunas sombras que no eclipsan ni mucho menos pero sí aparentemente deslucen o deslumbran el brillante resplandor de su personalidad. Se trata de la conducta por él observada desde que las tropas francesas se acercaron a Zaragoza a fines de 1808 , hasta julio de 1813 , en que evacua- ILMO. P. M IGUEL SUAREZ DE SANTANDER, OBISPO 6 2 1 (77) Carta a su hermana Catalina, 3 enero 1804 (Cartas familiares, 295-6). Esto mismo, aun más recargado, dice en su carta al P. Martínez sobre lo que en esa visita trabajó ( Apuntaciones-Carta, 249-50). (78) Apuntaciones-Carta al P. Martínez, 19, 249-50. (79) Arce dirigió al Cabildo de Zaragoza dos cartas, 24 marzo y 13 abril de Ia08, anunciando su ida a la diócesis; el 28 de mayo le escribe que, por enfermedad de nervios, se retira a un pueblo de la Montaña (cfr. dichas cartas en las Actas del Cabildo de Zaragoza, año 1808).

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