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ILMO. P. M IGUEL SUÁREZ DE SANTANDER, OBISPO 615 en Toro durante casi treinta años. Esa misma línea de conducta observó en las salidas y viajes, hechos siempre a pie descalzo, lo mismo en invier­ no que en verano, en tiempo de lluvias o de nieves, sin provisiones para el camino, estando a merced de las limosnas de los fieles, sin tocar el dinero ni siquiera materialmente, buscando, aun en los pueblos donde misionaba, el retiro y apartamiento más posible de los seglares ( 44 ). Rigor de vida que el Bto. Diego exaltaba así: «Camina presuroso, a ejem­ plo de San Pablo, asociado del trabajo y de la fatiga, en tiempo de fríos, de nieves y de lluvias, fatigado con la hambre, con la sed y con la desnudez, y debilitado con las vigilias, el cansancio y los ayunos» ( 45 ). Tal ejemplaridad la reconocen sin titubeos ni cortapisas aun sus contra­ dictores, el mercedario P. Manuel Martínez y el capuchino valenciano Padre Pablo de Callosa ( 46 ). A eso juntaba una rendida obediencia e indiferencia total para ir a un sitio u otro, predicar en ciudad o pueblo: «Echenme a donde quieran —escribe— con tal de que la elección del terreno no sea mía, como jamás lo ha sido, gracias a Dios, sed ejus qui mittit me» ( 47 ). Y añadía: «Para mí, lo mismo es una tierra que otra: enviénme a donde Dios qui­ siere» ( 48 ). Suya es también esta confesión: Que obedecería a cualquiera «aunque fuera un donado de 15 días de hábito», pero que si él se metía a mandar, todo iría mal: que Dios le abandonaría, se retiraría de él «y dejará hecho un bestia, entregado a los deseos de mi corrompido corazón» ( 49 ). El P. Santander que no se arredraba ante los mayores sufrimientos y privaciones, sólo temía una cosa: las prelacias, los cargos, porque estaba convencido de que no era esa la voluntad de Dios y le apartarían de su vocación ( 50 ). Es que, parejas con la obediencia, corría la humildad. Aun consciente de lo que Dios obraba mediante su predicación, reconoce «la pobreza de su entendimiento, la pequeñez de su espíritu, la escasez de luces que había adquirido con el estudio y la práctica de veinte y seis años de misionero» ( 51 ). Suyas son también estas palabras dirigidas al obispo de Málaga al enterarse de que alguien pretendía imprimir uno de sus libros: No había inconveniente con tal de que «mi amado P. Cádiz (Beato Diego) los zarandee bien primero para separar el grano de la paja, pues de lo contrario aparecería en el público como lo que soy, esto (44) Apuntaciones, 165-6; cfr. también el método seguido en su predicación en Doctrinas y sermones para misión, II, enhojaspreliminares. (45) Carta del Bto.Diego J. deCádiz al editor de Doctrinas y sermones, I, antes del prólogo. Cfr. asimismo Cartas familiares, 4-5, en la que el P. Santander refiere lo que le sucedió en uno de tantos viajes misionales. (46) M . M a r t ín e z , Nuevos documentos..., o.c., 50; palabras del P. Callosa en Apuntaciones-Apología, o. c., 166-67. (47) Cartas familiares, 240. (48) Ibíd., 256. (49) Ibíd., 203. (50) A fin de no ser elegido para cargo alguno renunció en el Capítulo de 1793 a la voz activa y pasiva. (51) Prólogo al tomo I de Doctrinas y sermones.

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