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el P. Santander tomó muy a pechos y trabajó con eficacia pero que no se realizó a fin de cuentas (20). En mayo del expresado año 1790 hubo Capítulo y nuestro biografiado fue nombrado Guardián de Salamanca; renunció en seguida pero no pudo librarse de aceptar ese cargo para el convento de Toro, aunque con gran repugnancia (21). Sin embargo no por eso deja de predicar misiones con la actividad de siempre los tres años de ese cargo, 1790-1793, así en numerosos pueblos de Zamora y en la propia ciudad, como en otros de León y en las iglesias de la capital, alternando con ejercicios al clero, a las comunidades religiosas y a los presos de la cárcel, para continuar luego por otros muchos de Zamora en 1792 (22). Y sigue esos años preocu­ pándose de la fundación del convento en Santander y de la suerte de sacerdotes y capuchinos franceses, huidos de su patria, a quienes acoge en el convento de Toro o hace los reciban en otras partes (23). En el Capítulo de 1793 se le encargó de dirigir a los asistentes la plática preparatoria (24) y anticipadamente renunció a la voz activa y pasiva (25). Seguidamente vuelve a Toro donde predica el panegírico de San Lorenzo de Brindis, que luego se imprimió (26), y sin pérdida de tiempo marcha a recorrer los pueblos de la diócesis de Oviedo dando misiones, lo que ejecuta ese año y el de 1794 allí y en otras partes con ocasión de las rogativas generales ordenadas por el rey, a petición del Bto. Diego José de Cádiz, para pedir por la terminación de la guerra con Francia (27). Y para que todos acudan a la defensa de la patria y ante el peligro que amenazaba a la Montaña de caer en poder de los franceses que avanzaban por Bilbao, lanza e imprime una ardorosa arenga incitando a la lucha (28). ILMO. P. MIGUEL SUÁREZ DE SANTANDER, OBISPO 611 (20) En la citada sesión del Ayuntamiento del 12 de abril se tomó el acuerdo de ceder el terreno suficiente para un convento de Capuchinos en la ciudad, y el 13 se envió al rey un memorial en ese sentido, manifestándole, entre otras cosas, que dos Capuchinos, hijos de Santander, habían predicado allí misión y que era tal «la reforma conseguida por el ímpetu sagrado de la predicación evangélica, que com o otro Nínive llora esta ciudad penitente, dejando la misión un plantel exquisito de virtudes en el mismo terreno donde antes se hallaba sembrado de vicios» ( Libro de acuerdos..., 78, 81v.-86). (21) ED, 275-6; Cartas familiares, 201-2033. (22) Carta al obispo de Málaga, T oro, 19 mayo 1792 (Ibíd., 220-23). (23) Ya por el mes de julio de 1790 dirigió una carta al P. Guardián de París pidiendo informes sobre la suerte de los Capuchinos (ibíd., 205-06); escri­ bió otras cartas al obispo y gobernador de Zamora y a varias personas, intere­ sándose por ellos (ibíd., 226-35). A l llegar a T oro religiosos y sacerdotes, organizó en su honor una función sagrada en la que predicó (Sermones panegíricos, II, Madrid 1814, 360s.). (24) Este sermón se publicó después; v. número 2 de sus obras; fue su primer sermón impreso que recogió luego en Sermones panegíricos, ibíd., 271-287 (25) V A , 648; lo propio hicieron los PP. Villalpando y Urbano de Los Arcos. (26) También este sermón se imprimió, v. n. 3 de sus obras, y se reim­ primió en Sermones panegíricos, I, Madrid 1814, 352-76. (27) Carta del 6 de septiembre de 1794 (Cartas familiares, 244). (28) V. n. 4 de sus obras; se reimprimió en Sermones panegíricos, II 347-59.

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