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MISIONEROS MÁS DESTACADOS 603 ticularmente de misiones populares y, con tal éxito, que en 1753 ya tenía el título de Misionero apostólico. En ese año fue nombrado Guardián de Salamanca, convento que, al igual que el de Valladolid, fue siempre centro de tal predicación misional. Y no sólo predicó en esas provincias sino también en la de Toledo, donde le encontramos, en noviembre de 1761, misionando con gran éxito, llevando ya ese año misionados nueve pueblos seguidos. Vivía anhelando la fundación de un Seminario de misione­ ros (47). Por eso, tan pronto como se le propuso la idea, no sólo la fomentó, encontrándose en Valladolid con el cargo de Custodio, sino que dio su nombre para formar parte del que se fundó en Toro, a cuya comu­ nidad quedó agregado en 1765, teniendo la gloria de ser uno de los fundadores. Allí debió continuar hasta su fallecimiento en 1773 (48). Su fama de buen misionero la prueba el hecho de haber sido llamado para dar en la catedral de Segovia, junto con el P. Isidoro de Fermoselle, una misión general, en la que predicaron muy duramente en contra de las comedias, en 1768. Y ese mismo año, por cuaresma, fueron también llamados expresamente los dos citados religiosos por el Cardenal de Toledo para dar misión en la catedral y luego en otras iglesias de la ciudad (49). Al siguiente año 1769, por el mes de agosto, lo encontramos de nuevo en Toledo, dispuesto a reanudar la predicación de misiones en distintos pueblos de la diócesis (50). Todo eso comprueba que el P. Sieteiglesias fue un activo y celoso misionero, como lo fue igualmente su compañero el P. Isidoro de Fer­ moselle, de quien ya dimos bastantes datos en la primera parte respecto de su actuación como Vicario provincial y más tarde en calidad de cofun- dador del Colegio de misioneros de La Habana. El P. Fermoselle fue otro de los que recibieron con gran entusiasmo el proyecto de establecer un Seminario de misioneros en Toro, al que se agregó en 1765, siendo por tanto otro de los fundadores. Su predicación lo mismo que sus éxitos corrieron parejas con los del P. Sieteiglesias, así en los pueblos de Zamo­ ra, como en Segovia y Toledo, según dijimos. Es grandemente elogiado por el P. Miguel de Santander, presentándole como modelo de predica­ dores y reformador del púlpito (51). Y lo fue en verdad toda su vida: en España primeramente hasta su marcha a la Perla de las Antillas para fundar en La Habana un nuevo Colegio de Misioneros en 1784 y luego continuar allí hasta su muerte. El mismo teje la apología de su apostolado en 1792: «Un prelado (47) Carta suya al Cardenal de T oledo, T oledo, 17 noviembre 1761, en la que le participa sepensaba fundar un Seminario de misioneros, lo que se efectuaría con la venida del P. General, Pablo de Colindres, a España (Arch. D ioc. de T o­ ledo, leg. 337). (48) Necrologio, 112. (49) Actas Capitulares de Toledo, t. 77, año 1768, sábado 5 de marzo; hay tambiénun gran cartel impreso, anunciador de esta misión en la catedral (Ar­ chivo D ioc. de Toledo, leg. 262). (50) Arch. D ioc. de Toledo, leg. 337. (51) Doctrinas y sermones para misión, I, Madrid 1800, X IX -XX 1V .

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