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602 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA en que, obtenido permiso del rey, renunció (40). En esos años restauró en el citado convento la perfecta vida común y una rigurosa observancia regular entre los religiosos, no obstante la oposición que se le hizo y las acusaciones que contra él se lanzaron (41). En el mismo convento seguía aun en 1779 y allí redactaba, en diciembre de 1786, su Manifiesto histo­ rial y apologético (42). Allí debió morir poco después, aunque no pode­ mos fijar la fecha. De la oratoria del P. Zamora sólo nos queda un: Sermón panegírico del glorioso Patriarca San José, que en el presente año de 1779 predicó en la Capilla Real de El Pardo (43). Sermón bien compuesto y atildado, con su división de partes bien trazada, a estilo de los del P. Santander, y que nos prueba además cómo el gerundianismo no había penetrado en modo alguno entre los misioneros del Colegio de Toro. Por otra parte, lo que fue su predicación ha quedado bien definida en la magnífica obra: El eclesiástico perfecto (44). El mismo nos dice que compuso esta obra de pláticas y doctrinas encaminadas al aprove­ chamiento de los eclesiásticos, al ver la atenta devoción con que éstos escuchaban su predicación en las misiones a los pueblos. Sin embargo hemos de decir que dicho libro es ni más ni menos que unos ejercicios espirituales para los sacerdotes, en los que, sin tomar como base las verdades eternas, explica muy al pormenor las obligaciones de los clérigos, y lo hace con una destreza admirable, manejando con habilidad extraor- diaria la Sda. Escritura, Santos Padres, escritores eclesiásticos, teólogos, concilios, etc., exponiendo sus enseñanzas para sacar muy oportunas y prácticas conclusiones. A eso añadimos lo que afirma un escritor moderno de esta obra: «Cuya doctrina sobre el concepto y naturaleza de la vocación sacerdotal es hoy tenida muy presente por los que tratan y escriben de este asunto» (45). Un testimonio más, añadimos nosotros, de la excelente formación que en Toro recibían los misioneros. Entre ellos, y no en último lugar, citamos al P. Eugenio de Sieteigle- sias, nacido en 1707. Vistió el hábito en Salamanca el 17 de septiembre de 1726 y se ordenó de sacerdote en septiembre de 1732 (46). No obs­ tante que tanto él como el P. Isidoro de Fermoselle se llaman Lectores de teología, no consta se hayan dedicado a la enseñanza y en las Tablas capitulares tampoco son nombrados como tales. Pero lo que sí podemos afirmar es que el P. Sieteiglesias se dedicó de lleno a la predicación, par- (40) V A , 513. (41) De todo se defendió, además del ya mencionado documento en la nota 35, por otro que va firmado en El Pardo, 19 noviembre 1775, y que consta de 16 ff. (APC, 33/86). Hay otra defensa sobre lo mismo en APC, 33/83a.: 60 ff. (42) Cfr. nota 35. (43) Se imprimió en Salamanca, 1779: 3 hjs. + 24 pp. (44) Se imprimió por primera vez en Madrid, 1781, y otras dos veces más en Madrid, 1782 y 1799. (45) V icente de P er alta , O. F. M . Cap., Estudios Franciscanos, 20(1918),352. (46) Necrologio, 112; VA , 210.

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