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594 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Posteriormente fue designado Vicario de San Antonio del Prado (1715) y Guardián de los conventos de Segovia (1725) y Toro (1727) (5). Pero su actividad más importante fue la predicación, a la que se entregó de lleno y con entusiasmo y para la que poseía excepcionales cualidades. A eso añadió la preparación y el estudio a base de la Sagrada Escritura y Santos Padres. En los primeros años se dedicó más particularmente a predicar panegíricos y sermones morales; más tarde fueron las misio nes populares las que llenaron por completo su actividad apostólica. Así lo encontramos ya en 1720 dando con otro religioso misiones generales en todo el arzobispado de Toledo (6), recorriendo luego en años sucesi vos, con ese mismo objeto, incontables pueblos de la Mancha, de Castilla la Nueva y Vieja, y sobre todo de la tierra de Campos, siendo tan extra ordinaria la concurrencia que acudía a oírle, que muchas veces se veía obligado a predicar en plazas o despoblados (7). Su predicación era frecuentemente muy personal y singular. Inte rrumpía el hilo del sermón para hacer referencia a otras cosas que no decían relación al tema tratado; en ocasiones intercalaba cánticos piado sos o entonaba la Salve a la Virgen, haciéndolo con tal fervor que movía el ánimo de los oyentes. En esto le ayudaba una gracia especial que tenía y sobre todo la voz, bien timbrada y potente, que en los sermones de las verdades eternas resonaba dura y terrible como un trueno. En cambio luego se mostraba dulce y cariñoso con los penitentes en el confesona rio, ministerio al que se dedicaba con igual interés, teniendo por norma: «Predicar sin confesar era alborotar la caza sin cogerla» (8). No contento con la predicación y para que la semilla de la palabra divina lograse el fruto deseado y éste permaneciese, procuraba renovar en los pueblos las Cofradías, Escuelas de Cristo, Ordenes Terceras y demás Congregaciones piadosas, y donde no existían, las fundaba con tal finalidad, como acostumbraban a hacerlo entonces los misioneros capuchinos (9). Por otra parte el P. Jaén fue en todo tiempo religioso ejemplar, muy dado a la oración, abstraído y retirado de todos, estando siempre ocupado en los actos de comunidad, en predicar o confesar, o también estudiando o escribiendo en su celda. Respecto de esto último, consigna en uno de sus libros: «No puede un pobre religioso, después de cumplir con las obligaciones de su estado, tener ocupación más noble ni loable que escri bir libros para la pública utilidad, especialmente para los seglares meti dos en la Babilonia del mundo, si Dios le ha dado algún talento y vocación para ello» (10). Consecuente con tal principio, dedicó sus ocios o su tiempo a componer libros, cortos, sencillos, adaptados a la capacidad del (5) ED, 141s„ 162, 164. ( 6 ) Arch. D ioc. de T oledo, Registro de Cámara, n. 137, f. 133; lo mismo afirma Roboredo. (7) Cfr. «N oticia», párrafos II, IV y V. ( 8 ) Ibíd, párrafos V I y V III. (9) Ibíd., párrafos V , V III y IX . (lo ) Remedio universal, prólogo.
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