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590 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA misiones populares, de modo especial en los largos años que residió en el convento de Salamanca. Muchos de los sermones y pláticas por él predi­ cados entonces se han conservado, y esas composiciones al igual que las restantes nos hablan muy alto de la oratoria sencilla, entusiasta y persua­ siva del P. Ignacio de Valladolid, que componía sus sermones con un orden admirable. Por todo ese conjunto debe ser tenido por uno de los mejores predicadores de la provincia de Castilla en los años que corren de 1799 a 1836 (47). Esos mismos elogios es forzoso tributar a otro paisano suyo, el Padre Luis de Medina del Campo, cuyo nacimiento tuvo lugar en 1789. Admitido en la Orden el 19 de agosto de 1803, en el convento noviciado de Salamanca, recibió durante la invasión francesa, el año 1811, la orde­ nación sacerdotal (48). Poco después fue enviado al Colegio de Misio­ neros de La Habana, donde se encontraba en 1812 y donde predicó algu­ nos sermones que nos ha dejado manuscritos. En 1815 había regresado ya a la patria por cuanto ese año fue designado Vicario del convento de Cantalapiedra. En los siguientes desplegó gran actividad apostólica, reco­ rriendo en su predicación muchos pueblos de Madrid, Extremadura, Palencia y sobre todo de Salamanca. También se distinguió como misio­ nero, de tal modo que, al ser elegido Definidor provincial en enero de 1825. se le había concedido ya el título de Misionero apostólico. En 1830 fue designado Custodio y en 1833 de nuevo Definidor. Pero al propio tiempo, debido sin duda a la escasez de personal, hace de Lector de filo­ sofía y teología los años 1826 a 1832, en que es nombrado Guardián de Villarrubia (49). Con la exclaustración se pierde su memoria, aunque sabemos que seguía predicando aun en 1837 y que vivía en 1842. Los sermones, treinta en total, que de él se han conservado, algunos predicados en más de cuatro pueblos distintos, ponen de manifiesto su buen estilo y excelentes cualidades de orador (50). 5.— Terminamos esta lista de predicadores notables con otros dos nombres conocidos y distinguidos: los PP. Lino de Cantalapiedra y Fer­ mín de Alcaraz. Del primero hemos dado ya sobrados datos de su vida al enjuiciar en otra parte su comportamiento a partir de la guerra de la Independencia y en los años que gobernó la provincia. Aquí nos ceñimos sólo a su predicación. El P. Cantalapiedra, de temperamento nervioso y apasionado, como lo prueban varios escritos polémicos, debidos a su pluma, nos ha dejado también algunos sermones por los que podemos juzgar de sus cualidades oratorias. El único que imprimió fue el predicado en la función habida con motivo de tomar posesión el P. Francisco de Solchaga de su cargo (47) Estos numerosos sermones se conservan en el APC, mss. 106, 107, 108 y 120 . (48) Estadística general, n. 2509; Necrologio, 17. (49) ED, 306s. (50) Se conservan manuscritos en APC. ms. 109.

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