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TRES PREDICADORES DISTINGUIDOS 5 7 3 vida de nuestro santo, aunque no puso su nombre, efecto sin duda de su humildad. La primera salió con alguna brevedad y concisión. La segunda salió con alguna más extensión y es la que ahora se imprime, aunque enmendada en algunas partes y añadida en otras» (39). También escribió la Vida de San Lorenzo de Brindis, según testimonio del expresado P. Ajofrín, la que debía tener mucha extensión por cuanto constaba al menos de cuatro libros (40). Quedó manuscrita y se ignora su paradero. Hemos dejado para la último otra faceta importante de la persona lidad del P. Marquina: nos referimos a la parte que tuvo en la impug nación de la obra del P. Isla, Fray Gerundio de Campazas. Hay que reconocer que, con razón o sin ella, él fue el principal blanco de todas las invectivas lanzadas por el jesuíta contra cuantos consideró críticos y enemigos de su novela burlesca. De tal modo que el nombre del Padre Marquina sale a relucir, directa o indirectamente, no sólo en los muchos papeles que se escribieron al aparecer la obra del P. Isla, sino también en muchísimas de las cartas escritas por éste a incontables personas de una u otra condición. Brevemente queremos precisar aquí lo que al P. Marquina debe atri buirse en esa contienda literaria. Y comenzamos por afirmar que también él fue decidido partidario de la reforma de la oratoria sagrada y que en pro de la misma trabajó varios años antes de aparecer el libro del Padre Isla. Ya lo dijimos anteriormente: a tal objeto iban encaminadas muchas de las reglas o normas que él expuso en su primer escrito: Escuela gene ral, que vio la luz pública en 1747, y de modo singular las que enunciaba en la «cátedra de retórica sin superfluidades», donde, disertando so bre lo que deben ser la oratoria y elocuencia, analiza los puntos de que debe constar un sermón y traza principios concretos y prácticos para componerlo. Eso mismo reconoce el autor de los Reparos de un penitente del Padre Fray Matías de Marquina, dirigidos al P. Isla, afirmando que, por tal motivo, el P. Marquina había recibido bien al Fray Gerundio, puesto que había ya trabajado por esa renovación o reforma del púlpito. Pero añadía: «Como esto de sermones sea tan fastidioso al gusto de los modernos críticos, tan indigesto al estómago del vulgo y tan amargo al paladar de los imperitos oradores, que se resienten de que se ponga nueva planta a la oratoria física y teológica de España, sucedió al pie de la letra lo que dijo el erudito D. Agustín de Montiano en la carta de apro bación de la presente Historia de Fray Gerundio, no habiendo más dis tinción de aquella «cátedra» a esta «historia», que el estar aquélla escrita con el decoro, circunspección y gravedad que se merece el asunto y corres- (39) A jofrín , Compendio de la vida y virtudes del Abogado de los pobres San Fidel de Sigmaringa, Capuchino, Madrid 1786, dedicatoria, y lo repite en el prólogo, f. 6 v., de donde se toman esas palabras. (40) A jofrín , Vida, virtudes y milagros del Beato Lorenzo de Brindis, Ma drid 1784, 12, 500.
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