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TRES PREDICADORES DISTINGUIDOS 567 Por otra parte uno de sus contemporáneos enjuiciaba así la predi cación del mismo. Al hacer la crítica del primer tomo de su obra Nada con voz y voz con ecos de nada, aparecido en 1737, da por supuesto que el autor era bien conocido por los tres tomos predicables: César o nada, de los que el primero y segundo se habían impreso de nuevo y se deseaba asimismo se hiciese lo propio con el tercero, y afirma: «El estilo de nues tro autor es el mismo que se acostumbra en todos los pueblos de España, y, en la única variación que hay, que es predicar con afectación o sin ella, este Rmo. Padre se contiene en un lenguaje más correcto y en una expresión acomodada a la capacidad de la mayor parte de los concursos. Los pensamientos tienen siempre la línea que les establecieron las glosas, interpretaciones y discursos de Hugo Cardenal, de Alapide y Silveira, que son los que con más frecuencia cita nuestro autor, y que se puede decir que predican en casi todos los púlpitos de España.» Añade que se vale también tanto en los panegíricos como en los sermones morales, de noticias profanas tomadas de diferentes autores antiguos, siendo Ovidio el más citado «pues no hay sermón en que no le alegue junto a un evangelista, profeta o Santo Padre» (13). No es tan benévolo y transigente Ferrer del Río. De él son estas pala bras: «Desecharon los predicadores la Retórica Eclesiástica de Fray Luis de Granada; buscaron sus inspiraciones en el mundo simbólico y en las Polianteas; hablaron hueco y se hicieron enigmáticos» (14). Y preci samente, en corroboración de sus afirmaciones, alude en nota a los dos sermonarios del P. Diego de Madrid, diciendo que a la retumbancia de los títulos correspondía el texto de la obra, «sin embargo en el prólogo del tomo II ufanábase el buen religioso de hallarse cargado de elogios de hombres de clase y discretos». «Estos — dice— son los que en materia de discursos y trabajos de entendimiento tienen voto, no el vulgo que no alcanza tanto... El estilo parece que te ha gustado, porque no soy moles to en los discursos, ni oscuro en los conceptos; escribo para todos, pero no escribo para rudos» (15). Forzosamente hay que admitir en él esos defectos y otros más: estilo campanudo, hiperbólico y gerundiano, sobre todo por su exagerado hipér baton y frecuentes citas de autores profanos, dejándose llevar demasiado por el gusto de la época; no obstante, teniendo justamente en cuenta esto último y que no sólo la gente culta sino también el mismo pueblo gus taba de esta clase de oradores, es preciso juzgar de su oratoria sin desli garla en modo alguno de esas circunstancias. Por otra parte lo que aquí queremos hacer resaltar principalmente es su actividad de predicador, de la que es un índice esos seis tomos de sermones, sin quitarle además el (13) Diario de los literatos de España en que se reducen a compendio los escritos de los autores españoles y se hace juicio de sus obras desde el año de 1737, tomo IV, 1738, art. IV, 142-46. (14) A . F e r r e r d e l R ío, Historia del reinado de Carlos III en España, I, Ma drid 1856, 64. (15) Ibid., nota.
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