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552 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA los seis años en el cargo, estaba inquieto por la situación jurídica en que le habían puesto las circunstancias de la guerra. Por eso consultó una y otra vez al Visitador Apostólico, obteniendo de él siempre contesta­ ciones tranquilizadoras, y, al cesar éste antes de julio de 1814, le faltó tiempo para dirigirse al Nuncio pidiéndole instrucciones, contestándole (Madrid, 10 diciembre 1814) que, en fuerza de sus facultades, continuase interinamente hasta que otra cosa se determinase (23). Para esa fecha ya se daba por terminada la guerra con los invasores franceses. Por otra parte el P. General de la Orden, Miguel Angel de Borgo S. Sepolcro, renunció a su cargo dicho año y el Papa nombró un Vicario General en la persona del P. Mariano de Alatri (14 de octu­ bre) para las provincias no españolas (24). No obstante eso el P. Ber­ nardos siguió preocupándose de los religiosos a él sujetos, interesándose vivamente para que regresasen cuanto antes a los conventos, se estable­ ciesen de nuevo los noviciados en las provincias y se organizasen los estudios (25). También se interesó para que se celebrasen Capítulos en las respectivas provincias (26). En cuanto a la de Castilla, después del acuerdo habido entre él y el P. Vicario provincial, Francisco de Sol- chaga, único Definidor superviviente, se tuvo el 28 de abril de 1815, siendo elegido Ministro provincial el P. Buenaventura de Gumiel (27). Entre tantas vicisitudes el P. Bernardos continuó en su puesto res­ paldado por la autoridad del Nuncio. A él venían dirigidas las órdenes del rey o del Consejo de Castilla, por las que se pedían oraciones, que se recogiesen los papeles sediciosos, se predicase directamente el Evan­ gelio y las buenas costumbres y que incluso se estableciesen escuelas para niños pobres en todos los conventos de Regulares (28). Y continuó asimismo preocupándose de los religiosos del Colegio de La Habana, haciendo se enviase más personal y defendiéndolos de las acusaciones de que eran víctima por parte del obispo (29). (23) Ibíd. Le hacía el Nuncio otras preguntas y le pedía nombres de algunos religiosos más distinguidos, interesándose además por todo cuanto pudiera re dundar en bien de la Orden. ( 24 ) C fr. F e lic e da M a re to , O . F. M . Cap., Tavole dei Capitoli Generali dell’Ordine dei FF. MM. Cappuccini, Parma 1940 , 234 . (25) La mejor prueba de ese interés es la abundante correspondencia de los Provinciales de España, particularmente del de Andalucía, P. José de Cam- bil, con el P. Vicario General los años 1814-1816; las cartas de éste se con­ servan en el A rchivo Provincial de los Capuchinos de Navarra, Varia, 1771-1816. (26) VA , 738-9, 743. (27) ED, 305-308; VA , 741-2. (28) V A , 744-45. Las Escuelas venían establecidas por un decreto del 19 de noviembre de 1815 ( Gaceta de Madrid, 23 noviembre 1815, pp. 1330-31). Los Capuchinos consiguieron verse libres de esa carga por un decreto del ministro de Gracia y Justicia, 13 marzo 1817, lo que el P. Bernardos se apresuró a comunicar a los Provinciales por su carta del 21 (Archivos conventuales de Antequera y Sanlúcar). ( 29 ) Cfr. Acuerdos del Consejo de Indias, 24 enero 1815 , y de la Cámara de Indias, 22 julio 1815 , en Colección de documentos inéditos para lahistoria de Hispanoamérica, t. X II, Catálogo de los fondos cubanos del Archivo General de Indias, t. I, vol. II, Madrid 1930 , 371 , n. 2.092 y 374 , n. 2 . 105 .

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