BCCCAP00000000000000000000156

EL P. SOLCHAGA, TERCER GENERAL ESPAÑOL 545 más reposo y anhelando vivamente que las cosas volviesen cuanto antes a su cauce legal, escribió una segunda carta, en los postreros días de julio de 1823, que va dirigida a todos los Capuchinos españoles, de fuerte contenido y medidas draconianas. En ella habla en primer término de las persecuciones por él sufridas, siendo insultado en público por perio­ distas asalariados, amenazado de mil maneras, arrestado y preso. La­ menta asimismo lo sucedido durante el período constitucional, extra­ ñándose del mal comportamiento de bastantes Capuchinos y expone las medidas que ha decidido fuesen aplicadas por los respectivos Provinciales a cuantos hubiesen faltado, sin distinción alguna, ni de clases ni de cate­ gorías. Traza a continuación algunas normas para el restablecimiento de la quebrantada observancia regular, advirtiendo que en manera alguna se permitirá el uso o manejo del dinero o pecunia; asimismo que los superiores no debían autorizar a sus súbditos sino una sola salida por semana, a fin de que así puedan atender mejor al estudio y asistir conve­ nientemente a los actos de comunidad (53). Iniciaba así el P. Solchaga la corrección de los muchos abusos que se cometieron durante los tres años de período constitucional, y también la reforma por él planeada antes de esos sucesos, como ya dijimos. Sin embargo él no vería nada de todo eso. Su salud, quebrantada con tantos sufrimientos, se fue resintiendo notablemente y el 26 de agosto del mismo año 1823, fallecía en el convento de San Antonio del Prado, de Madrid a la edad de 76 años. El P. Provincial de Castilla, Justo de Madrid, comunicó la noticia a los otros Provinciales por medio de una carta impresa, penetrado, según escribe, de edificación y dolor: «De edifica­ ción por el heroísmo y la magnitud con que ha sufrido los más injustos y crueles padecimientos en su dilatada prisión y extrañamiento del reino por la más justa causa; perfeccionando aquella con la inalterable resig­ nación y actos preciosos de nuestra santa religión durante su larga y durí­ sima enfermedad o reunión de muchas a cual más afligidoras, encar­ gando, en la recepción de los Santos Sacramento con toda la efusión de su espíritu, a todos sus hijos presentes y ausentes, la observancia de nuestra seráfica profesión, despidiéndose tiernamente de ellos y pidién­ doles sus oraciones» (54). Y terminamos su biografía con las elogiosas palabras que le dedica el cronista de la provincia de Valencia: «Su conducta en las críticas menos en el de Pamplona, que había sido incendiado por los revolucionarios (Archivo Prov. de Cap. de Navarra, «Asuntos provinciales, 1800-1888»). (53) Esta carta, aunque del mismo contenido, lleva fechas distintas, según las distintas provincias a que fue enviada, 29, 30 y 31 de julio. (Archs. Provin­ ciales de Cataluña, de Navarra, convento de Antequera). Las normas que da son severísimas, dividiendo a los religiosos en cinco clases, según el comportamiento observado por ellos durante el período constitucional, aplicando a cada clase castigos y penas duras y fuertes, como puede verse por su contenido, que renun­ ciamos a transcribir. (54) Carta impresa del P. Justo de Madrid, en que comunica esa noticia a todos los religiosos, Madrid, 26 julio 1823. 35

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz