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534 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Guardián de San Antonio del Prado (1802) y, por fin, Definidor en mayo de 1805 (5). Para esas fechas se le había concedido ya el título de predicador del rey, aunque no podemos señalar ni el mes ni el año concretos. Eso nos prueba que gozaba fama de excelente predicador, tanto más cuanto enton­ ces era el único de los Capuchinos que ostentaba tan honroso título (6). Sin embargo nada podemos decir de su oratoria por cuanto para formar­ nos idea de ella no tenemos sermón alguno ni impreso ni manuscrito. No obstante, a juzgar por sus cartas y otros escritos, debía ser de carácter ardiente y fogoso y de fácil palabra. Ningún otro dato de interés podemos agregar sobre su vida hasta la invasión de España por las tropas napoleónicas y más concretamente hasta diciembre de 1808. 2.— Tras del levantamiento popular habido en Madrid el 2 de mayo contra el ejército invasor, el propio Napoleón en persona quiso venir al frente del ejército enviado a reforzar los soldados que tenía en España, y él mismo dirigió igualmente la segunda entrada de los franceses en Madrid el 4 de diciembre del citado año 1808. Los religiosos, temerosos de que gran parte de la furia de los invasores se dirigiría contra ellos, abandonaron al menos el convento de San Antonio del Prado y huye­ ron a la desbandada. No era un vano temor sino bien fundado a juzgar por lo sucedido, por ejemplo, con el P. Casiano de Villanueva, muerto por ellos al cogerle en una batería, y también al P. Provincial, Francisco de Tolosa, que, al huir, fue herido gravemente y murió poco después (7). Los restantes religiosos conventuales en San Antonio, ese mismo día 4 de diciembre, huyeron de la capital, refugiándose, como lo hizo el Padre Daniel de Manzaneda en el convento de Calzada de Calatrava (8), como lo efectuó a su vez el P. Solchaga, tratando de buscar amparo en el expresado convento, después de haber huido ocultándose en las sierras y montes, expuesto a la nieve y al frío. No obstante aquellos sufrimientos, confiesa él mismo que lo prefería todo antes de someterse al tirano invasor; además, en una carta, fechada en el mencionado convento el 17 de septiembre del siguiente año 1809, anima a todos los religiosos de la provincia a no hacer traición al juramento de fidelidad prestado a Fer­ nando VII. Les habla así cumpliendo su deber de superior y Vicario provincial «desde el fatal momento en que el sacrilego acero y violenta mano del misántropo común enemigo Napoleón hizo, por sus bárbaros satélites, cruenta víctima a nuestro amado P. Provincial Fr. Francisco de Tolosa, que descanse en paz» (9). (5) Ibíd., 619-20; Necrologio, 215. ( 6 ) Cfr. Guía del estado eclesiástico seglar y regular de España para el año 1806, Madrid (1805), 18, donde se ponen todos los predicadores del rey, así numerarios como supernumerarios. (7) VA, 733. ( 8 ) Así lo afirma él mismo en su Defensa, Palma 1814, 8 . (9) Así lo escribe en su: Carta pastoral y patriótica, manifiesto que el R. P. Vicario Provincial de los Capuchinos de Castilla dirige a todos los religio-

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