BCCCAP00000000000000000000156

516 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Uno de los apologistas del P. Colindres ha podido escribir que su vida ejemplar constituyó el mayor milagro de su existencia, y lo fue espe­ cialmente en la observancia estricta de la Regla y Constituciones capu­ chinas. Vino a ser otra de sus grandes aspiraciones la reforma de la Orden, y, por lo menos, trató de elevarla a una más perfecta observancia de lo prescrito en la legislación, y de modo singular en lo que se refería a la pobreza y austeridad. A eso se encaminaban bastantes de las orde­ naciones dadas al comienzo de su generalato y otras varias circulares que dio posteriormente (65). A reparar deficiencias y aumentar la más pura observancia se dirigía a su vez la mayoría de las ordenaciones que dejaba a las provincias al efectuar la visita. Por lo mismo se mostró ene­ migo declarado de cuantos privilegios o exenciones pudieran causar menoscabo en la estricta observancia o dar pie de mal ejemplo o admi­ ración (66). No obstante eso sabía también humanizar las cosas, justa­ mente con miras a esa misma observancia regular mejor llevada y cuando cedía en bien común (67). Consciente por otra parte de que la Orden que constaba, como diji­ mos, de más de 34.000 religiosos, no podría levantarse de repente a ese alto nivel de observancia, pensó en comenzar con poco pero sólido y cons­ tructivo y al propio tiempo eficaz para sostenerla y aumentarla. Juzgó por eso muy a propósito los llamados conventos de retiro . No se inten­ taba con ellos implantar una reforma sino establecer comunidades en cada provincia a las que pudieran agregarse con entera libertad cuantos quisiesen observar con la mayor exactitud la Regla, las Constituciones y laudables costumbres, sin permitirse relajaciones ni abusos; se fomen­ tarían con esmero las virtudes religiosas y cuantos allí estuviesen, culti­ varían sin el menor embarazo las actividades propias de su estado. El Padre Colindres creyó ver en dichos conventos un poderoso fermento de mayor observancia, de más retiro y más rigurosa pobreza, confiado en que ese movimiento saludable y reformador se extendería luego a otros conventos y se conseguirían así los frutos anhelados. Por eso, siendo sólo Definidor general, fomentó aquellos conventos de retiro que comenzaron en 1755 en algunas provincias de Italia, y en su cargo de Ministro General les prestó su apoyo decidido con sus consejos y orien­ taciones y redactando los estatutos de algunos. Estaba plenamente con­ vencido de que tales conventos serían fuente de inmensos bienes para la Orden y el secreto de la prosperidad espiritual, científica y apostólica de las provincias (68). De tal modo que, una vez pulsada la realidad (65) M. a Pobladura, Litterae circulares, I, 276s.; Lamberto deZara­ goza , 23s. ( 66 ) Cfr. lo que contestó a los superiores de Navarra cuando éstos le pidie­ ron alguna mitigación en observancias de no mucha monta, Roma, 21 octu­ bre 1761, en C. de A ñorbe , 235-38. (67) Así, teniendo en cuenta lo difícil que se hacía la asistencia a la hora de oración que se tenía después de maitines a medianoche,la fijó para las c de la mañana (L. de Z aragoza , 35). ( 68 ) Cfr. M elchor de Pobladura, El establecimiento de los conventos de retiro en la Orden Capuchina (1760-1790), en Collectanea Fr., 22 (1952), 60s.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz