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F IN DE LA GUERRA Y RESTABLECIM IENTO DE DISCRETOS 3 3 ahora nuevamente en Valladolid a expensas de los PP. Capuchinos de esta ciudad (Valladolid, 1722 ) ( 41 ). Añadimos la obrita debida a la pluma del P. Bernardino de Madrid: Novena de salvación para vivos y para los difuntos dedicada a la ima­ gen del Cristo de Salvación, Madrid, 1711 , que tendría diversas edi­ ciones así en España como en Méjico. Y por último, se distinguió en estos años, como predicador y poeta, el P. Pedro de Reinosa; de él es una oración fúnebre a la muerte de Carlos II, impresa en 1701 , y otro sermón en honor de la Virgen, impreso en Valladolid en 1718 ; pero sobre todo merece destacarse la: Vida de Santa Casilda, reina de To­ ledo, escrita en octavas reales y publicada en 1727 . Quizá sea el P. Rei­ nosa el único escritor capuchino de Castilla que haya producido, antes de 1836 , una obra toda ella en verso. Sin embargo, hay que afirmar que, al finalizar el primer cuarto del siglo xvin, y concretamente con la muerte de los PP. Anguiano y Félix de Alamín, termina la serie de escritores por bastantes años, y otro tanto hay que decir de los misioneros, predominando, en cambio, los meramente predicadores, que en su mayoría se dejaron arrastrar del mal gusto literario de la época. Finalmente, a los nombres de los PP. Martín de Torrecilla, Miguel de Lima, Gregorio de Guadalupe y Antonio de La Puebla, ya Califica­ dores de la Inquisición, hay que agregar los PP. Juan de Pesquera, Diego de Castrillo, Manuel de Atienza y Agustín de Oviedo, a quienes se concedió el título antes de 1716 . 5 . Por lo que mira a otros aspectos de interés, queremos parar la atención primeramente en los estudios. Se continuaron pero no con la regularidad debida a causa de los trastornos ocasionados por la gue­ rra. De todos modos se atendió tanto a la formación espiritual de los jóvenes como intelectual de los aspirantes al sacerdocio. Y , en cuanto a la enseñanza de la filosofía y teología, no podemos dar fijamente los nombres de los autores por los que se enseñaban ambas ciencias. Sí sólo que, al parecer, la filosofía siguió enseñándose por los tres tomos del P. Torrecilla. Aunque la Inquisición puso su mano severa en algunas de sus obras, en cambio no se metió con las filosóficas. Nada podemos tampoco concretar sobre el método seguido en la enseñanza; sin em­ bargo estaba ordenado que los estudiantes hiciesen juntos sus repasos, a los que debían asistir los Lectores. Las llamadas sabatinas se tenían, además, todas las semanas con regularidad, y cada tres meses, conclu­ siones públicas. Una vez más repetimos que la Orden Tercera fue para aquellos antiguos capuchinos valioso medio de difundir y propagar el espíritu de la Orden. No sólo procuraban establecerla en los pueblos, sino de modo particular en nuestras iglesias conventuales, designando además (41) Consta de 16 páginas: «noticia de la muerte», pp. 1-6, y «manifiesto que dejó en su muerte escrito el V. P. Feliciano de Sevilla», pp. 7-16. 3

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