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500 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA destino a la misma. Lo que hicieron y los méritos contraídos por ambos religiosos quedan consignados en otra parte (39). 3.— Otra prueba de lo afirmado anteriormente es lo sucedido en 1748. En este año se planteó ante el Consejo de Indias la división de la tantas veces mencionada misión de los Capuchinos valencianos, cuyo territorio se extendía a las provincias de Santa Marta y Riohacha y a lo que actualmente abarca la provincia de Maracaibo o Estado Zulia. Ante la imposibilidad de poder atender a la evangelización de los habitantes de tan extensas regiones, solicitaron del Consejo de Indias la división, demanda que el virrey de Santa Fe apoyó, mani­ festando era conveniente se quedasen los Capuchinos valencianos con Santa Marta y Riohacha con toda la Guajira, incluso la actual vene­ zolana, en tanto que la región de Perijá y lo restante de la jurisdicción de Maracaibo fuese encomendado a una de las provincias de Castilla o Navarra. Efectivamente, ambas se adelantaron a hacer presentes al rey y Consejo sus deseos de hacerse cargo de dicho territorio misional. El rey, consultado por el Consejo de Indias, no tomó decisión alguna antes de conocer el parecer de su confesor el jesuíta santanderino P. Francisco de Rábago. Este aprobó la división y sugirió a Fernando VI se confiriese la parte o misión de Maracaibo a la provincia de Nava­ rra. El rey añadió de su puño y letra: «Me he conformado» (40). Por una cédula del 20 de abril de 1749 se adjudicaba efectivamente a Navarra aquel territorio misional (41). 4.— Y que en Castilla seguía pujante y vigosoro ese espíritu y celo por las misiones entre infieles, lo vino a demostrar la historia de la Lui- siana. Esta colonia francesa fue oficialmente cedida a España en 1762, pero ningún paso se dio para tomar posesión de ella hasta 1765, y la realidad fue que sólo a fines de 1769 quedó efectivamente bajo el dominio español. Con Antonio de Ulloa llegaron a la Luisiana dos Capuchinos castellanos, más bien en plan de capellanes de los soldados españoles que de evangelizadores de los naturales. Lo propio sucedió con los que arribaron en 1772. Pero, desde 1781, a la provincia de Castilla se encomendó oficialmente y ésta aceptó con sumo agradeci­ miento el cuidado espiritual de la expresada colonia, que llevaba con­ sigo incluso la conversión de los naturales, aunque en este terreno fue muy poco lo que se hizo. De todos modos hay que hacer constar que, en aquella fecha y mucho más en 1783, cuando se trató de establecer en La Habana el Colegio o Seminario de misioneros, fueron muchos los religiosos que se ofrecieron a ello, según latamente hemos expuesto (39) Cfr. el capítulo XIII de la primera parte y los documentos allí men­ cionados. (40) Carta respuesta del P. Rábago a la consulta del rey, 18 julio 1748 (AGS, Gracia y Justicia, leg. 644). (41) L odares , o . c., II, Caracas 1930, 372, donde se copia esta cédula.

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