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CASTILLA Y LAS M ISIONES ENTRE INFIELES 49 9 mandato del Consejo de Indias y se cumplieron los deseos de los reli­ giosos (34). La actuación del P. Pedro de Alcañizas fue posterior pero de mayor interés apostólico. En 1740 se agregaba a dicha misión, encomendada a los Capuchinos valencianos (35). Allí continuó trabajando con celo y entusiasmo y en 1748 estaba de presidente del pueblo misional San Fidel de Tinacoa (36). Al tener lugar la división de la mencionada misión, Maracaibo y Santa Marta y Riohacha, siguió formando parte de ésta por estar reservada a los valencianos, y en ella falleció años des­ pués (37). Finalmente, a los expresados hemos de agregar el P. Francisco de Bilbao, quien en 1791 marchó a la misión de Cumaná; de él tampoco podemos ofrecer noticias de interés (38). 4.— Aunque a decir verdad el número de esos misioneros aislados y voluntarios no fue muy elevado, no debe extrañarnos. Por una parte el determinarse a pedirlo y serlo, suponía bastante esfuerzo ante las dificultades que surgían con el cambio y que se dejan suponer, y por otra parte la realidad había demostrado que, una vez en el campo de apostolado y no obstante tratarse de religiosos de la misma Orden aunque de distinta provincia, había siempre sus más y sus menos en ciertas diferencias y miramientos en el trato, muy explicables humana­ mente pero al fin desagradables. De ahí que, como se habrá observado, la casi totalidad de los que fueron, regresaron pronto a España, aun antes de cumplir los diez años reglamentarios. Aun teniendo presente lo expuesto, es forzoso repetir que el ideal misionero seguía aún vibrando en Castilla, como lo comprueba el hecho a que se hizo alusión al comienzo de este capítulo y que tuvo lugar en 1742. Es verdad que, no obstante la petición formulada para el envío de un Padre y un Hermano a la misión asiática del Tibet, no fue destinado ninguno, aun después de haberse ofrecido a esa empresa catorce religiosos. Más tarde, si no a la misión, fueron enviados por la Congregación de Propaganda Fide un Padre, Francisco de Ajofrín, y un Hermano, Fr. Fermín de Olite, para pedir en Méjico limosna con (34) Sobre este conflicto, que perduró más de diez años, hay abundante documentación en AGI, Santa Fe, 525, y BN de Madrid, ms. 3570. (35) Cfr. «Memorias históricas de la misión que esta nuestra Provincia de la Sangre de Cristo tiene en las Indias», f. 8 v. (Archivo Provincial de Capuchi­ nos de Valencia). (36) AGI, Caracas, 263, «Motivo de la introducción de misiones de Capu­ chinos de Navarra en la provincia de Maracaibo», f. 56. (37) Su muerte tuvo lugar pocos años antes de 1778. Así lo dice una carta del P. Miguel de Pamplona, más tarde obispo de Arequipa, La Coruña, 3 julio 1778, en que pide al ministro Gálvez permitiese al P. Fidel de Segovia, que en dicha ciudad se encontraba predicando misiones, fuese agregado a los misione­ ros de Santa Marta y Riohacha, donde había fallecido poco antes el P. Alcañizas, de la provincia de Castilla (AGI, Santa Fe, 1193). (38) AGI, Caracas, 967; aquí figura entre los enviados a Cumaná en 1791.

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