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CASTILLA Y LAS M ISIONES ENTRE INFIELES 493 en diciembre de 1742 el Cardenal de Molina, gobernador del Consejo de Castilla, pidió a ésta dos religiosos, un Padre y un Hermano, con destino a la misión del Tíbet, el P. Provincial, José de Sangüesa, dirigió a los conventos una carta circular solicitando voluntarios para tan lejana misión. A tal demanda respondieron prontamente no menos de catorce entre Padres y Hermanos (2). Estos y otros varios que se ofrecieron y consiguieron la gracia de ser enviados a distintas misiones, cuyos nombres constan en documentos oficiales, además de bastantes más que desconocemos por la contraria razón, comprueban eso mismo. De los primeros nos ocuparemos en el presente capítulo, haciendo resaltar los hechos más salientes de su vida misionera. 2.— Sin embargo es preciso constatar que no debía ser muy propicio el ambiente para tales misioneros que voluntaria y espontáneamente pedían ser agregados a las misiones de otras provincias. El caso que a continuación referimos viene a probarnos eso y a la vez que las peticiones de los celosos voluntarios no eran raras o esporádicas sino repetidas y frecuentes. Siendo Procurador general de las misiones españolas en América el Padre Arcadio de Osuna en 1703, pidió al Consejo de Indias no permi­ tiese pasar a las provincias que tuviesen a su cargo alguna misión, a reli­ giosos de otras de España, que no la tuviesen. El Consejo, guiado sin duda por las razones alegadas por el P. Osuna, escribió en octubre del citado año al P. Provincial de Andalucía, Comisario de todas las misio­ nes capuchinas en América, participándole haberlo acordado así. Añadía que si eran tantos los que voluntariamente pedían ir de ese modo a misio­ nes, solicitasen para ellos una aparte (3). Quizá lo ideal en todo eso hubiera sido el plan propuesto por el Padre José de Carabantes a la Congregación de Propaganda Fide, aprobado por ésta y el P. Procurador General de la Orden: la creación de un Comi­ sario general en España con poder y autoridad para enviar por su cuenta a las misiones a los religiosos que juzgase conveniente, fuesen de una u otra provincia (4). Pero, teniendo presente que a eso se había opuesto enérgicamente el entonces P. Provincial de Andalucía, Francisco de Je­ rez, designado al efecto por el Consejo de Indias Comisario general de las misiones aunque no con aquella amplitud de facultades, no quedaba (2) VA, 261. (3) Carta del secretario del Consejo de Indias al P. Provincial de Anda­ lucía, 233 octubre 1703. Creemos hace con ello referencia principalmente a Cas­ tilla; por esos años fueron bastantes las solicitudes de sus religiosos para ir a misiones. Por otra parte el P. Osuna debía estar molesto con el P. Marcelino de San Vicente, castellano y Prefecto de la misión de los Llanos en 1700; contra él, llegado a España en 1701, lanzó el P. Osuna varias acusaciones ante el Consejo, 6 septiembre 1701 (AGI, Santo Domingo, 677). (4) Cfr. mi obra: Los primeros historiadores de las misiones capuchinas en Venezuela, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, v. 69, Cara cas 1964, 33, y los documentos allí citados sobre lo mismo.

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