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470 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA 3.— Por lo que mira al culto que se tenía en nuestras iglesias conven tuales, anotamos en primer término lo de las misas. Sobre esto se advertía al superior local no debía perm itir en manera alguna «falte en nuestras iglesias aquella asistencia tan debida a los fieles, pues los Capuchinos, más que todos, somos deudores a los devotos, y así debe cada uno consi derarse su capellán perpetuo, para decirles misa a la hora que les aco mode, pues ellos les mantienen con sus limosnas. Parece razonable y aun debido de justicia no faltar a los devotos en esto poco que nos piden y en que podemos servirles» (2 7). Precisamente por esa atención que debía prestarse a los fieles, el Definitorio provincial ordenó en 1701 que en todas nuestras iglesias se tuviese durante la oración llamada de la pelde, de cinco a seis de la mañana, una misa todos los días, la que debía decirse en voz baja para no perturbar a los religiosos (28). Además, el cronista advierte que en febrero de 1703 se dio aviso a todos los conventos haberse recibido carta del P. General con orden de que diaria mente se dijese una misa, aparte de otras horas, a las diez de la maña na (29). Y , efectivamente, sabemos que así se continuó haciendo en las iglesias de la provincia, incluso en la de E l Pardo los días ordinarios, y en los festivos también a las once, al menos mientras en dicho sitio tenía lugar la jornada de los reyes (30). En el convento de San Antonio del Prado se celebraba asimismo una misa diariamente a las doce de la mañana. En esta iglesia de San Antonio se veneraba con particular devoción el Cristo de la Salvación, según ya expusimos en otro lugar, y sobre todo revestían solemnidad extraordinaria los cultos que todos los martes del año se tenían para honrar al santo de los milagros (3 1 ); en su honor se erigió en 1785 un magnífico altar con su retablo artístico a expensas del duque de Medinaceli (32), quien posteriormente, a primeros del x ix , regaló también un órgano para la iglesia. Grande fue asimismo la devoción que el pueblo profesó siempre al Cristo de la Paciencia; en su honor se tenían todos los viernes del año cultos especiales con exposición del Santísimo, canto del Miserere, etc., y revestía brillantez particular la octava de desagravios que anualmente se le dedicaba con asistencia de la Capilla Real (3 3). (27) Ceremonial seráfico, II, 267. (28) VA . 66 . (29) Ibíd., 73. (30) APC, 33/94a. (31) Cfr. lo que decimos en otro capítulo posterior al trazar la biografía del P. Manuel de Jaén. (32) Este altar fue una verdadera obra de arte y se colocó en la iglesia el 8 de diciembre de 1785, predicando en esta ocasión el P. Francisco de Villalpando (VA , 574), sermón que luego imprimió en su obra Ensayo de oraciones sagra das, I, Madrid 1787, 230-280, donde hace una descripción del altar, que puede verse también en Memorial literario, 1786, febrero, n. 26, p. 215-218. Estaba rema tado por un cuadro de la Encarnación, de Goya, que hoy en día conserva en su palacio de Sevilla la duquesa de Osuna. (33) Cfr. M. de A ngu iano, O. F. M. Cap., La nueva Jerusalén en que la per-
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