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454 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA lo de misionero (5). Por lo tanto, también se exigía para ellos una prepa­ ración más particular y especializada, que sin duda existía y que no podemos señalar sino tan sólo la que se dio a los que formaban parte del Seminario de Toro. Pero aun antes, y en los años que precedieron a su fundación en 1765, hubo además de los PP. Jaén y Valle, arriba mencionados, otros misioneros insignes como fueron los PP. Fidel de Los Arcos y Basilio de Yébenes en el convento de E l Pardo; los PP. Joaquín de Lubián y Fran­ cisco de Peñarrubia, en el de Navalmoral; en el de Toledo, el P. Agustín de Budia, que ostentaba el título de misionero apostólico, como igual­ mente el P. Ignacio de Soria en el de Valladolid, y así podríamos citar otros nombres. A eso se añade que los conventos de Salamanca y Va lla ­ dolid continuaron siendo centros especiales de misioneros, lo que no quiere decir que en otros conventos no los hubiese, como sucedió del mismo modo después del establecimiento del Seminario de Toro. Hay que destacar por otra parte el interés que los superiores de Casti­ lla pusieron en que este apostolado de las misiones no fuese a menos sino, por el contrario, aumentase. A sí lo hacen constar y repiten en casi todas las ordenaciones dadas a raíz de los Capítulos. Como llaman la atención de los confesores y predicadores con apremiantes palabras para que cumplan sus obligaciones, del mismo modo requieren a los misioneros para que con toda fidelidad llenen el compromiso que se les tenía enco­ mendado. Eso explica el calor con que se acogió 1a fundación del tantas veces citado Seminario de Toro, en el que hubo siempre una buen número de misioneros, oscilando entre los 15 y 20, superando en ocasiones esta última cifra. Cuantos a llí estuvieron, se especializaban en esa predica­ ción de misiones, preparándose con el estudio, con la composición de sermones y doctrinas, declamación de los mismos ante la comunidad, etc., y a eso supieron juntar todo el rigor de la observancia regular, la oración asidua, el retiro, la penitencia y una vida totalmente ejemplar. 3.— Sería del mayor interés para el historiador, como para el que sienta esa vocación de misionero, conocer el método seguido por los Capuchinos del siglo x vm en la predicación de misiones, tanto en líneas generales como en sus pormenores. Pero, a decir verdad, hay que lamen­ tar que no tenemos reglamento alguno ni estatutos por los que se guiaban en este apostolado, y, por lo tanto, aun con dolor, no es posible trans­ c rib ir su contenido, como hubiera sido nuestro deseo, aunque algunas particularidades diremos posteriormente. N i siquiera el Ceremonial será­ fico de 1774 se ocupa de esto mismo, contentándose con hacer notar, hablando de los predicadores, que, respecto de los misioneros, «estando nuestro convento de Toro destinado por bulas apostólicas para tan alto ministerio, y viviendo con sumo arreglo a dichas bulas, lo omitimos» (6). (5) Así, por ejemplo, el P. Pablo de Tuy fue examinado y aprobado el 24 de enero de 1738, dándosele el título de misionero (VA , 228). ( 6 ) Ceremonial seráfico, II, 274.

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