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PREDICACIÓN DE M ISIONES 453 y ampliar en sus obispados las misiones. Esta es la red barredera: las demás predicaciones y medios son santos y buenos, pero suele a veces ser guerra galana. Los misioneros celosos son los coadjutores o como visita dores importantes de los señores obispos. Y suele haber menos de los que muchos se imaginan, porque el empleo, si se hace como se debe, es más penoso y aun peligroso de lo que se piensa. En las visitas suele igno rarse de cuatro partes las tres, pero en las misiones todo se descubre, y es como el ojo general; y a llí, fortiter et suaviter, obra la divina gracia lo que no puede ni la amenaza n i la excomunión. Y si acaso se llega el que los señores obispos les reparten libritos a propósito, es lazo fuerte y medio admirable para que persevere el fruto». Y a continuación pone el ejemplo del obispo Sr. Barcia, a quien conoció personalmente, que fundó misiones y repartía profusamente libritos a los fieles (1). Esa gran importancia de las misiones la reconocía igualmente el Padre Provincial de Castilla, Fidel de Tortuera, quien exhortaba en sus orde naciones de 1759 a los propios misioneros a continuar «ministerio tan santo y tan propio de los Capuchinos» y al mismo tiempo llamaba la atención de los superiores locales para que promoviesen «cuanto les fuere posible este apostólico ministerio», mandando al efecto que no ocupasen a los misioneros «desde Todos los Santos hasta Resurrección en otros sermones, sino es que sea en alguna Semana Santa, a la que no es razón se nieguen los misioneros». Juntamente pedía a éstos se prepa rasen debidamente al mejor cumplimiento de su obligación: «Exhortamos a los misioneros que, cuando se hallen en el convento, se apliquen con todo cuidado al estudio de la teología moral porque se revuelven mucho las piscinas de las conciencias en las misiones, y es menester mucha cien cia y gran tino mental para limpiarlas, sosegarlas y dar reglas para evitar en adelante los deslices» (2). No queremos insistir más en esto por parecemos innecesario, después de lo consignado en otra parte en relación con esa importancia dada a la predicación de misiones populares (3). 2.— Sí en cambio repetimos una vez más que los misioneros venían a formar en cierto modo una especie de clase o categoría aparte, es decir, que no todos los predicadores eran misioneros, sino que los aspirantes de entre aquellos debían su frir un examen especial para reconocer si reunían las cualidades exigidas, y por lo mismo no todos eran admitidos n i apro bados; además, se regían por constituciones hechas particularmente para ellos (4). Eso mismo siguió observándose posteriormente para conceder el títu- ( 1 ) M anuel de Jaén, O. F. M. Cap., Instrucción útilísima y fácil para con fesar..., Madrid 1804 , 195 - 6 . ( 2 ) Apuntamientos y ordenaciones hechos y mandados publicar..., 10 no viembre 1759 (APC, 6 / 19 ). ( 3 ) Cfr. tomo I, donde se copian también las palabras del P. Anguiano. ( 4 ) Ibíd., 330-31
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