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LA PREDICACIÓN EN CASTILLA LOS AÑOS 1701 A 1836 449 Hay que consignar también que la predicación de los Capuchinos, aun en esa primera mitad del siglo x v in , a que principalmente nos referimos, fue muy apreciada en la corte. Una prueba elocuente de que así era la tenemos en el hecho de que, al publicarse en 1745 la lista o ficial de cuantos disfrutaban en España el título de predicador del rey, están los Capuchinos a la cabeza de los demás religiosos, contando entonces no menos de ocho, seis de los cuales pertenecían a Castilla (21). A ese inte­ resante y aleccionador dato hemos de añadir que desde 1701 hasta la exclaustración de 1836, años que al presente historiamos, no faltaron nunca dos, tres y hasta cuatro religiosos de la provincia, que fuesen predi­ cadores de S. M. 5.— Una prueba más de que la predicación de los Capuchinos era bien recibida, tanto por lo que respecta a las misiones populares como a otros géneros de oratoria sagrada, la tenemos en que en todos los con­ ventos abundaban compromisos fijos de predicación para todo el año: fuese durante el Adviento, la Cuaresma, Semana Santa y numerosos sermones sueltos, unas veces alternando con religiosos de otras Ordenes, o también ellos solos. Citamos como ejemplo lo que sucedía en Toro aun antes de establecerse allí el Seminario de Misiones. Aquella comu­ nidad tenía compromiso de predicar, ya desde 1714, en más de catorce pueblos los domingos de adviento, la cuaresma, la Semana Santa y bastan­ tes sermones sueltos en diversas festividades del año (22). En las palabras anteriores van sobradamente indicadas las clases de predicación a que prestaban particular atención, además de las misiones. Era, en primer término, el Adviento; durante él se tenía predicación todos los domingos y a veces dos o tres días más en semana. Esto se observaba también en la cuaresma, predicándose, además de los domin­ gos, los miércoles y viernes, y en algunas partes era forzoso hacerlo todos los días, lo que resultaba pesado y abrumador. En Semana Santa se tenían los sermones de costumbre; había pueblos en que diariamente se predi­ caba y días señalados en que se hacía dos y tres veces. Finalmente, en esos compromisos entraban también los sermones sueltos en determinadas festividades de santos, títulos de la Virgen, misterios del Señor, etc. Eso nos demuestra que los predicadores no estaban ociosos sino que (21) AGS, Gracia y Justicia, leg. 925. La lista está impresa a modo de cartel en noviembre de 1745; en ella constan los nombres de los 50 que entonces eran predicadores del rey. Los de Castilla eran éstos P. Diego de Madrid, desde di­ ciembre de 1709; P. Miguel de Cepeda, desde junio de 1728; P. José de San­ güesa, desde octubre de 1736; P. Agustín de Villanueva, desde diciembre de 1738; Padre Pablo Fidel de Burgos, desde marzo de 1739; P. Gregorio de Granada desde 1737. (22) A título de curiosidad ponemos algunos de los pueblos donde se ha­ bían adquirido esos compromisos junto con el año: Malva (1729), Sieteiglesias (1730), Castronuño (1730), Matilla de la Seca (1731), Gallegos (1734), Valdefin- jas (1734), Casasola (1734), Bustillo (1743), Arión (1745), Alaejos (1746) y Gua- rrate (1748) (APC, 28/115-130). Poseemos también datos de este mismo orden sobre los compromisos adquiridos por el convento de Segovia (VA , 276). 29

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