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F IN DE LA GUERRA Y RESTABLECIM IENTO DE DISCRETOS 27 regulares no estén exclaustrados, y comisiona a los señores arzobispos y obispos para su observancia» ( 16 ). Más aún: el 26 del mismo mes y año vuelve a dar otro decreto «para que en los monasterios y conven­ tos de religiosos se observe clausura en cuanto a la entrada en ellos de mujeres» ( 17 ), prueba de que ni siquiera esto se guardaba. Y aun en febrero de 1718 insistía sobre lo mismo, haciendo resaltar la relajación de los religiosos, pues, a pesar de sus esfuerzos por restablecer la obser­ vancia regular, no habían hecho caso alguno a sus edictos y órdenes encaminados a tal objeto. Afortunadamente, los Capuchinos no eran citados en la carta en que así se lamenta ( 18 ). Fuera de los esfuerzos puestos también por el P. Valderas para el restablecimiento de la observancia, nada más de importancia podemos añadir en el tiempo que gobernó la provincia. Su personalidad, por otra parte, ya nos es conocida por el entusiasmo que mostró en pro de la predicación de misiones populares. Había sido secretario provincial, cargo que renunció precisamente por dedicarse más de lleno a esa pre­ dicación; fue asimismo secretario en Roma por las provincias españolas, y más tarde Custodio, Definidor y Guardián de El Pardo. Al asistir en 1691 al Capítulo general, en calidad de Custodio, tuvo 15 votos para Defini­ dor en el primer escrutinio ( 19 ). Pero su ideal fue siempre la predica­ ción de misiones por los pueblos de Castilla, al que se consagró por espacio de treinta años. También durante su gobierno debió dar gran impulso a ese apostolado, ya que por entonces fueron varios los que consiguieron el título de Misionero apostólico, como más adelante diremos. A esos méritos hemos de añadir que con gran esfuerzo y ardor logró que durante su provincialato se terminase de levantar el convento de San Antonio del Prado junto con la iglesia; de tal modo, que en él pudo tenerse ya el Capítulo intermedio el 21 de mayo de 1717 , aunque ya antes, quizá a fines de 1716 , las obras se hubiesen concluido, según veremos ( 20 ). Por cierto que aún se vio en ese Capítulo la enemiga del rey, no asistiendo a él el Ex-Provincial P. Mateo de Consuegra, por orden terminante del monarca (21). El sucesor del P. Valderas fue el P. Diego de Castrillo, elegido el 30 de septiembre de 1718 . Su nacimiento tuvo lugar en 1667 ; tomó el hábito en el noviciado de Salamanca el 11 de noviembre de 1685 y se ordenó sacerdote en 1962 . Fue Lector, Guardián de Toledo, Defini­ dor provincial varias veces, Vicario provincial a la muerte del P. Pes­ quera y por dos trienios gobernó la provincia. Fue además Calificador (16) Archivo Vaticano, Nunziatura di Spagna, v. 218, f. 131. (17) Ibíd., f. 198. (18) Carta del 14 febrero1717, ibíd., ff. 106-110. (19) M. de Pobladura, O. F. M.Cap., Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla. Bosquejo histórico, Madrid 1946, 69-70; Necrologio, 48; VA, 25-6. (20) VA, 157-8. (21) Ibíd., 158.

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