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434 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA quien particularmente aconsejaba en el primer tercio del siglo x v i i i la lectura de los tres tomos que sobre mística había escrito el P. Isid ro de León (12 ). E l mismo Bto. Diego José de Cádiz se formó, según propia confesión, en la lectura de tales místicos capuchinos (1 3). Para fomentar eso mismo y al par el amor a la Orden, se servían de la lectura de las vidas de los Santos o Beatos capuchinos. Nada mejor que sus ejemplos y virtudes podría animarles a la conquista del ideal de perfección que ellos consiguieron. De ahí que sus biografías se encon­ traban en las bibliotecas conventuales en repetidos ejemplares y aun las tenían los religiosos para su uso particular, como puede comprobarse por sus nombres escritos en la portada. Además, fueron varios los escri­ tores de la provincia que dedicaron su pluma y esfuerzos a dar a conocer esas vidas ejemplares, como fueron, entre otros, los PP. Matías de Mar- quina, Francisco de A jo frín y Francisco de V illalpando, según consig­ namos en otra parte. Esas mismas eran puestas en manos de seglares para su edificación, o como medio de atractivo y fomento de vocaciones a la Orden (14). 3.— A l tratar de la espiritualidad en la provincia, no podemos por menos de dar a conocer los medios empleados para fomentar la vida interior, la presencia de Dios, el recogimiento y piedad de los religiosos, así como las devociones que más florecieron y cultivaron entre ellos. Fue costumbre muy antigua entre los Capuchinos, guardada no sólo en la Provincia de Castilla sino también en las otras de España, tener en los claustros, pasillos, escaleras y otros sitios de más frecuente paso, imágenes, pinturas o estampas que fuesen llamada al corazón, recuerdo y despertador para el religioso y elevación de su mente a Dios. A sí, por ejemplo, en los descansos de la escalera solía verse colocada alguna devota imagen de Jesús crucificado, de la Virgen Dolorosa, del Ecce Homo, etc., con esa devota finalidad. Con idénticas miras se veían abun­ dantes pinturas, cuadros o estampas de San Francisco, San Antonio de Padua, de otros santos de la Orden o de aquellos religiosos que se habían distinguido por su virtud y su ciencia, o también representativos de escenas de sus vidas o relativos a la historia franciscano-capuchina. Eran una llamada al ejemplo y a la imitación. Por eso no había convento donde no se viesen los famosos e interesantes Arboles seráficos, debidos a la habilidad artística del V . Fr. V ida l de A lcira, o los Icones Seraphici del P. Carlos de Aremberg. Con ellos formaban variado conjunto pinturas de los religiosos más esclarecidos y beneméritos de la Orden o de la Provincia: Cardenales, obispos, sabios, predicadores, misioneros, mártires. A sí nos consta que (12) Remedio universal de la perdición del mundo, Madrid 1783, 68 , 205. Los tres tomos del P. Isidro de León llevan el mismo título: Místico cielo, Ma­ drid, 1685, 1686, 1687. (13) Cfr. S ebastián de U briqu e, O . F. M . Cap., Vida del Beato Diego José de Cádiz, II, Sevilla 1926, 37. (14) Ibíd., I, 7.

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