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R É G IM E N Y VID A C O N V EN TU A L 4 0 5 etcétera, añadiendo que en las ciudades donde se tenía convento, ya había Hermanos destinados a recoger la limosna de siempre (43). En eso mismo se ejercitó el Bto. Diego José de Cádiz los primeros años después de su ordenación sacerdotal (44), y el P . Colindres ordenó eso mismo a los Padres que no predicaban, en los conventos de estudios como Toledo, Segovia y Valladolid (45). Fue costumbre de Castilla distribuir los Coristas recién salidos del noviciado por los conventos, donde, además de estudiar Gramática principalmente, desempeñaban varias oficinas. No era a la verdad am biente propicio ni para adelantar en el estudio ni para lograr la debida formación espiritual y religiosa, por lo que el P. Colindres dispuso, y así se continuó posteriormente, que dichos Coristas estuviesen todos reunidos en un convento por tres años bajo la dirección de un Padre maestro encar gado de su formación e instrucción; además, que no desempeñasen oficina alguna y que tampoco acompañasen a los religiosos en sus sali das del convento. Y respecto de los que ya cursaban filosofía o teología, ordenó no se les ocupase en pedir limosna ni saliesen a entierros, ni siquiera acompañasen a otros fuera de casa sin antes obtener autoriza ción del P. Lector (46). Los Hermanos, a quienes se exigía aprender por turno durante el noviciado el desempeño de las diversas oficinas, debían hacerse cargo de ellas; pero, para no perder el espíritu adquirido y atender mejor a completar su formación, dispuso a su vez el P. Colindres fuesen colo cados los recién profesos en determinados conventos donde estarían bajo la dirección del P. V icario, cuya obligación era darles las oportunas plá ticas espirituales (47). 7.— Por lo que mira a la vida material y económica de las comuni dades, hay que reconocer que los conventos de Castilla no gozaron ni de prosperidad ni de desahogo. Por eso frecuentemente el P. Provincial se veía obligado a enviarles cuantiosas limosnas y desde luego era él quien costeaba las obras de importancia, a no ser que alguna persona generosa se comprometiese a ello (48). Por lo demás, los religiosos vivían, aparte de los productos de la huerta, de las limosnas que se pedían en especie tanto en el sitio donde estaba el convento como en los pueblos o comarcas circunvecinas; limos nas que, pedidas por un Padre o Hermano, eran luego recogidas por un donado. Parte de esas limosnas eran fruto o estipendio de la predica- (43) Carta del P. Secretario, 9 ju lio 1743 (A rch iv o d e la C orona de A ragón, Fondos monacales, leg. 62, f. 3: M iscelánea del A rch ivo de C apuchinos, tom o 6.°). (44) C fr. S e b a s t iá n d e U b r iq u e , O . F. M . Cap., Vida del Beato Diego José de Cádiz, I, Sevilla 1926, 50. (45) Ordenaciones para la provincia de Castilla, 26 septiembre 1763, m s., n. 21 (A P C , 9 /3 2 ). (46) Ibid., nn. 14 y 20. (47) Ibid., n. 17. (48) C fr. V A , 158, 160, 161, etc.
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