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CAPITULO III Fin de l a g u e rra de s u c e s ió n y r e s t a b le c im ie n t o d e l o s D i s c r e t o s c a p it u la r e s ( 1715-1727) 1 . Sucesos políticos en esos años. — 2 . Situación de los religiosos y visita del P. General. — 3 . Provincialatos de los PP. José de Val- deras, Diego de Castrillo, Félix de Almeida y José de Illescas. 4 . Actividades apostólicas y literarias en los primeros veinticinco años del siglo X V I I I . — 5 . Otros aspectos. 1 . Prácticamente la guerra de sucesión pudo darse por terminada en virtud de los acuerdos del tratado de Utrech; sin embargo, por lo que mira a Portugal, sólo se verificó por el tratado de paz concertado el 6 de febrero de 1715 . Antes de esta fecha, el 14 de febrero de 1714 , había fallecido la reina María Luisa de Saboya, que si fue una desgracia nacional, lo fue más aun personal para el propio rey. Este contrajo matrimonio poco después con Isabel de Farnesio, de la casa de Parma, pero muy bien puede afirmarse que con su primera mujer perdió la mitad de su corazón y de su vida. Por eso, cansado de gobernar, desen­ gañado de la vanidad de las cosas del mundo y queriendo además cum­ plir un antiguo voto hecho en 1720 , decidió renunciar a la corona y abdicar en su hijo mayor. Este subió al trono con el nombre de Luis I, pero su reinado fue efímero sobremanera, ya que no duró sino desde el 19 de febrero al 31 de agosto de 1724 . En otro terreno, y en relación con la Santa Sede— ya dijimos que en 1709 se rompieron con Roma las relaciones diplomáticas— , se llegó a un acuerdo en 1713 y se abrió la nunciatura en 1717 , pero por muy poco tiempo, de tal modo que el Nuncio se vio obligado a salir nueva­ mente en España y en febrero de 1718 se cerraba la nunciatura, prohibiéndose toda comunicación con el Papa. Sólo con la caída de Alberoni se fueron extinguiendo resentimientos y diferencias, y el Nuncio regresaba a Madrid en noviembre de 1720 ; las relaciones diplomáticas con la Santa Sede recobraron su normalidad. 2 . Respecto a los capuchinos castellanos, no gozaron los tres pri­ meros años, 1715 a 1717 , de mucha paz. Fueron ocasionadas las pertur­ baciones que entonces padecieron por la precisión de tener que desalojar el convento de San Antonio del Prado y marchar, con bastante incomo­ didad, a los conventos de La Paciencia y El Pardo o al hospital de Montserrat. Tal situación perduró, como ya dijimos, hasta casi finales de 1717 ; entonces, demolidos convento e iglesia y reconstruidos de

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