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LA PROVINCIA DURANTE LA GUERRA DE SUCESIÓN 21 María Luisa de Saboya. Debilitada sobremanera después de dar a luz su cuarto hijo el 23 de septiembre de 1713 , y aquejada de persistente calentura, caminaba a pasos agigantados al sepulcro. Felipe V, que la amaba tiernamente y que en ella se miraba, no reparó en proporcio­ narle cuantos remedios y medicinas aconsejaron los médicos para recu­ perar la salud. Estos aconsejaron dejase el palacio de Oriente para ir al del Buen Retiro. Más tarde se pensó también llevarla a Ocaña, Alco- bendas, Leganés u otro sitio un tanto distante de la corte. Por fin, la de Ursinos, encargada de buscar casa acomodada y alegre para la enferma, se decidió por el palacio del duque de Medinaceli, que entonces ocupaba la calle actual del mismo título y parte del Hotel Palace. Por tal motivo, el duque recibió orden, en enero de 1714 , de desocupar el palacio, pero dejando los muebles, que quedarían al servicio de la reina ( 45 ). El palacio de Medinaceli estaba pared por medio del convento de San Antonio del Prado, del que el duque era patrono. De ahí que se decidió que la familia real, servidumbre y demás ocupasen a su vez el citado convento con la iglesia. Y en la fecha mencionada, también el Padre Provincial recibía orden para que los religiosos, que eran nada menos que 76 , fuesen distribuidos en otros conventos, debiendo quedar sólo algunos para atender al culto. Aquel convento de San Antonio era a la vez enfermería general de la provincia, y en aquella fecha había allí 14 enfermos, los que no pudieron ser trasladados a otra parte con la urgencia requerida. Mas he aquí que, antes de ocupar el palacio de Medinaceli, la reina fallecía a las ocho y media de la mañana del 14 de febrero de 1714 . Ante ese acontecimiento, las cosas quedaron paraliza­ das. Pero en el mes de abril Felipe V tuvo la ocurrencia de querer trasladarse al citado palacio de Medinaceli. Los infantes y servidumbre ocuparían, por su parte, el convento de San Antonio, y la iglesia haría de capilla real. Fue tan dura y cogió tan de sorpresa esta determinación del mo­ narca, que el cronista de Castilla comienza la narración de los hechos que luego sucedieron con estas palabras: «A los regocijos grandes que había causado generalmente la canonización de nuestro San Félix y capelo de nuestro Cardenal Casini, se siguió a esta provincia una de las mayores tribulaciones, que jamás le podrán sobrevenir.» Tomada esa decisión, se trató de distribuir los religiosos por los otros conventos, pero pronto se advirtió que no había medio de acomodarlos. Así, en el de La Paciencia, que sólo tenía 41 celdas, se pusieron 60 , muchos de ellos viejos, achacosos o enfermos; en el de El Pardo, que a su vez disponía de otras 41 celdas, se juntaron hasta 50 , resultando que los religiosos no estaban acomodados ni los enfermos debidamente atendi­ dos. Se les buscó otro alojamiento en el hospital de Montserrat o de los Aragoneses, sito en la actual plaza de Antón Martín. El 23 de julio quedaron solamente en San Antonio cuatro religiosos; desde esa fecha (45) VA, 119; cartas del Nuncio de España (Aviñón, 24 enero y 7 febrero de 1714) (Archivo Vaticano, Nunziatura di Spagna, v. 213, ff. 19, 37-8).

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