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3 6 4 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Orden, al Romano Pontífice y poco después al P. Fermín de Alcaraz, enviado suyo a Roma, no se extinguieron del todo las luchas y disen­ siones, y sobre todo faltaba la paz en las comunidades, la que no se recuperaría a causa de los acontecimientos políticos y ante el peligro que se cernía amenazador sobre las Ordenes religiosas. Fernando VII había bajado al sepulcro el 29 de septiembre de 1833. En vista del sesgo que tomaban las cosas, el P. General, Juan de Valen­ cia, se creyó en el deber de dirigir a los Capuchinos españoles una carta a mediados de febrero de 1834. En ella les previene que no se dejasen seducir por teorías brillantes y fuesen a promover con sus doctrinas o cooperación la discordia y rebeldía iniciadas en algunas regiones. A continuación copiaba dos reales órdenes de la reina gobernadora: una, para que se pidiese en la misa y oraciones por Isabel II, y otra, para que no diesen con su predicación o con sus consejos en el confesonario motivo a que se desviase la opinión pública, exhortando además a los prelados, tanto eclesiásticos como regulares, a que tomasen las medidas conducentes para que se sostuviese la obediencia a las leyes, a las auto­ ridades y a la legitimidad (32). Fuera de esas indicaciones que hacen más bien referencia a la situa­ ción política y a complicaciones de la guerra civil, nada concreto pode­ mos anotar sobre hechos o acontecimientos en relación con la marcha de la provincia, todo el resto del año 1833 y hasta mediados del siguiente. 6 . El mes de julio de 1834 es de tristes recuerdos para la Iglesia española y de modo especial para las Ordenes religiosas. La noticia de que el Infante D. Carlos se encontraba en Navarra y por otra parte las víctimas que el cólera morbo comenzó a causar, fueron tomadas como pretexto para que extremistas y revolucionarios llevaran a cabo los planes que tenían tramados. Corriendo la voz los días 15 y 16 de julio de que los estragos causados por la peste se debían al envenena­ miento de las aguas de Madrid efectuado por los frailes, una abigarrada muchedumbre, sin control alguno y capitaneados por los jefes del mo­ vimiento revolucionario, se lanzó a la calle el día 17, asaltó primero el Colegio Imperial de los Jesuítas y luego los conventos de Santo To­ más, de San Francisco el Grande y de la Merced, dándose muerte bár­ bara e inhumana a un total de cien religiosos (33). (32) Carta del P. Juan de Valencia, Murcia, 16 febrero 1734 (APC, 4/50; Po- bladura, Litterae circulares, II, 113-116). Todo se refiere, como ya se deja suponer, a la guerra civil de España, iniciada poco después de la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833. (33) Vicente de la Fuente, Historia eclesiástica de España, VI, Madrid 1875, 214ss. Precisamente durante esa epidemia sabemos que varios Capuchinos de Na­ varra prestaron ayuda muy valiosa a los pueblos donde había convento, tanto en hospitales como en lazaretos, mereciendo por ello grandes alabanzas de las autoridades; algunos murieron víctima de su caridad ( Catálogo de los Capítulos Custodíales y de todos los decretos y resoluciones, de la provincia de Navarra, manuscrito, pp. 732-3, Arch. Prov. de Capuchinos de Navarra).

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