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LA PROVINCIA DURANTE LA GUERRA DE SUCESIÓN 19 luña, que, por encontrarse en territorio no sometido aún a Felipe V, concurrieron a tales elecciones. Fue entonces elevado a superior de toda la Orden el P. Miguel Angel de Ragusa, quien se apresuró a solicitar permiso para venir a España a efectuar la visita canónica. Escribió reiteradas cartas para conseguir la necesaria autorización, pero sin lograr sus deseos. Escribió asimismo al P. Provincial de Castilla para que le gestionase la entrada; éste se entrevistó con el presidente del Consejo de Castilla, obteniendo de él la contestación de que tal permiso «no se podía dar por ahora», lo que el P. Provincial comunicó al P. General el 21 de mayo de 1713 ( 37 ). Sólo más tarde, como ya indicamos, lograría el P. Ragusa entrar en España para realizar la visita a todos los conventos, visita que no era sólo protocolaria, sino de urgente necesidad. El provincialato del P. Pesquera estuvo sembrado de contratiempos y dificultades no sólo a causa de la guerra y sus consecuencias, sino también por las que ocasionó la enfermedad de la reina, según diremos. No obstante, unas y otras penalidades estuvieron compensadas con dos acontecimientos que atañían a toda la Orden y que necesariamente reper­ cutieron en la provincia. Fue el primero la canonización de San Félix de Cantalicio, la que se verificó el 22 de mayo de 1712 . La noticia oficial llegó a la provincia el 2 de enero del siguiente año, y aunque parezca extraño, todavía los capuchinos la recibieron más pronto que los dominicos, teatinos y franciscanos, interesados en ella, puesto que al mismo tiempo fueron canonizados San Pío V, San Andrés Avelino y Santa Catalina de Bolo­ nia. De momento se acogió tan grata nueva con repique de campanas, luminarias, cohetes y canto del Te Deum en los conventos de San Anto­ nio del Prado y de La Paciencia. En abril se enviaron a todos los con­ ventos cartas circulares para que en todos ellos se celebrase una octava de fiestas y cultos extraordinarios en honor del nuevo santo. El cronista se complace en describir largamente todos esos cultos, procesiones, ser­ mones y demás actos habidos con tal motivo en los distintos conventos durante los meses de mayo, junio y julio ( 38 ). Y sobre todo se detiene a referir muy al pormenor las fiestas extraordinarias que se tuvieron en San Antonio del Prado, las que perduraron 21 días, desde el 18 de octubre hasta el 8 de noviembre del citado año 1713 . Asistió todos los días la música de la capilla real, se adornó la iglesia con colgaduras del Retiro; por la noche se tuvieron además luminarias y cohetes, pro­ cesión con la imagen del santo y sermón ocho días a cargo de predica­ dores de distintas Ordenes religiosas ( 39 ). Tanta importancia se dio a estas fiestas, que posteriormente se imprimió un interesante opúsculo en el que no falta pormenor de cuanto entonces se hizo ( 40 ). (37) Ibíd., 108. (38) Ibíd., 114-17. (39) Ibíd., 114-17. (40) Existe un impreso en que se refieren las fiestas habidas en Madrid;

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