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332 LA PROVINCIA DE FF. MAL CAPUCHINOS DE CASTILLA concediera el título de predicador de número, lo que en ese año se le denegó, si bien lo lograría más tarde (16 de marzo de 1822) (41). A los anteriores hemos de añadir el P. José de Santa María de Nieva, quien en 1816 fue designado Calificador de la Suprema Inqui­ sición en la corte, pero que además se distinguió por sus excelentes dotes oratorias (42). También al P. Leoncio de Villaodrid, a quien encontramos predicando esos años posteriores a la guerra de la Inde­ pendencia por todo el arzobispado de Toledo; pidió en 1817 el título de Examinador Sinodal de dicho arzobispado y le fue concedido (43). De esas fechas tenemos suyo el sermón que predicó ante el rey en 1815 con motivo de la traslación del Smo. Cristo de la capilla real de El Pardo a su iglesia conventual (44). Finalmente, queremos también hacer notar que las actividades de los misioneros se reanudaron muy pronto, una vez pasada aquella tre­ menda calamidad de la guerra invasora. Así, los misioneros de Toro siguieron desplegando después la misma actividad de siempre; conoce­ mos por lo menos los nombres de ocho que allí seguían la predicación con el mismo celo de antes (45). También nos son conocidos los nom­ bres de otros que no pertenecieron a Toro, entre ellos los PP. Manuel de Manzanares y Mauricio de Villarino, a quienes encontramos en 1817 misionando los pueblos del arzobispado de Toledo por encargo del pro­ pio arzobispo (46). Terminamos con algo que interesa resaltar. El 19 de noviembre de 1815 daba Fernando VII un decreto, en que ponía de relieve una de las primeras necesidades en que se encontraba la nación: la instruc­ ción de niños pobres hasta la edad de 10 ó 12 años. Ante la imposibi­ lidad de que el erario público sufragase los gastos que consigo llevaba dicha instrucción, esperaba que «los conventos de todas las Ordenes Regulares» podrían suplir esa necesidad, ya que a ellas incumbía la obligación de propagar el conocimiento de la religión y la enmienda de las costumbres que tanto se habían relajado con la invasión fran­ cesa (47). Ante tal determinación que suponía el establecimiento de escuelas gratuitas de primeras letras en los conventos para la clase pobre del (41) Archivo del Pal. N. de Madrid, Personal, Predicadores de número de Su Majestad, N-2. (42) AHN, Consejo de la Suprema Inquisición, leg. 1297, n.° 9. (43) Archivo Arzobispal de Toledo, Registro de los años 1816-1817, abril de 1817. (44) Cfr. capítulo XV, nota 26. (45) Cfr. APC., 28/75. Era entonces Guardián de Toro precisamente el P. Ma­ riano de Naraval, del que arriba se hizo mención. (46) Archivo Arzobispal de Toledo, Registro de los años 1816-1817, abril de 1817. (47) Caceta de Madrid, 23 de noviembre de 1815, pp. 1330-1331.

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