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REORGANIZACIÓN DE LA VIDA CONVENTUAL 325 De todos modos es muy sintomático que no sólo durante la guerra de invasión, sino poco después, las autorizaciones de secularizarse los religiosos se hicieron frecuentes; por lo que el Consejo de Castilla se vio en la precisión de dirigir a los superiores un comunicado (30 de enero de 1815) advirtiéndoles que de un tiempo a esta parte se habían multiplicado las peticiones de secularización de los regulares, y agrega que muchos lo hacían «por el deseo de vivir en el siglo y verse libres de la observancia regular, que en el día les parecía yugo muy pesado». En vista de eso había determinado el rey, después de varias consultas, excitar el celo de los Prelados diocesanos y Nullius para que no cur­ sasen tales solicitudes «si no viniesen apoyadas en una grave necesidad personal, que tenga algún religioso provecto, de vivir en el siglo», de­ biendo ser causa de utilidad pública, conocida y justificada ( 8 ). Por otra parte no deja de extrañar que fuesen revocadas por breve pontificio, en diciembre de 1814, las facultades concedidas al Visitador apostólico y Arzobispo de Toledo para llevar a cabo la reforma de las Ordenes religiosas en España (9). A eso se agrega que justamente en ese año la Congregación de Obispos y Regulares abrogaba por decreto todos los privilegios opuestos a la observancia regular, concedidos por la citada Congregación a religiosos particulares (10). Finalmente, un segundo decreto de la misma Congregación (1 de julio de 1816), diri­ gido además al P. Vicario general Mariano de Bernardos, obligaba a los religiosos a reintegrarse a sus conventos (11). Eso prueba lo que al prin­ cipio afirmábamos: que la vida religiosa había aflojado notablemente y menguado de manera notable el entusiasmo por el ideal de perfección. Otra de las preocupaciones de los superiores fue la restauración de los estudios y su puesta en marcha. Ciertamente constituyó una gran suerte que bastantes de los estudiantes pudiesen seguir los cursos en conventos de Andalucía y Valencia, marchando incluso varios que estu­ diaban en El Pardo, al concluir la carrera, al Colegio de La Habana. De todos modos, una vez restablecida la comunidad de San Antonio, los superiores se mostraron diligentes en reunir en este convento los jóvenes que estudiaban en él al tiempo de la dispersión, y el 24 de junio de 1814 pudieron ya dar comienzo las clases (12). Sin embargo, hasta después de tenido el Capítulo, en abril de 1815, no se organizaron los cursos debidamente ni se pusieron otros nuevos (13). (8) Comunicado del Consejo, Madrid, 30 enero 1815 (Archivo de Capuchinos de Antequera). (9) El breve comienza: Usu identidem, 12 diciembre 1814 (Bullarium O. F. M. Cap., IX, 323). (10) Ibíd. (11) lbíd, 327. (12) VA, 737. (13) Así, por ejemplo, el 19 de mayo de 1815 comenzó nuevo curso en el con­ vento de San Antonio, quedando al frente el P. Félix de Villaumbrales, a quien sustituyó posteriormente el P. Gaspar de San Torcuato, y el 7 de octubre de 1815, el P. Hilarión de Zoilo comenzó otro curso en Valladolid (VA, 744-6).

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