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324 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA se le ordenó (11 de mayo de 1816) comenzase cuanto antes las obras (4); para llevar a cabo la reedificación de la iglesia solicitó del arzobispo se contribuyese con los fondos de fábrica de la misma, que era cole­ giata (5). Sin embargo, todavía en 1825 el convento al menos no estaba totalmente reconstruido ( 6 ). Con no menor celo se trabajó para que los religiosos se reintegrasen a sus respectivas comunidades. Por eso el P. Vicario provincial, Fran­ cisco de Solchaga, vuelto de Andalucía a mediados de 1813, dirigía a sus súbditos, en el mes de septiembre, una circular, exhortándoles a que se congregasen y comenzasen de nuevo la vida regular (7). Por enton­ ces ya se había formalizado la comunidad en el convento de Villanueva del Cárdete al igual que en el de Calzada de Calatrava, según dijimos, y lo propio sucedió con la de San Antonio del Prado, donde se esta­ bleció la clausura en todo su rigor el 22 de enero de 1814. Y las cosas se fueron componiendo aún mejor una vez que Fernando VII hizo su entrada en Madrid el 13 de mayo de 1814, dando al poco un decreto a favor de los regulares, mandando se les devolviesen los conventos, rentas, pensiones, alhajas y todas sus pertenencias. Pero aquella guerra, cruel y devastadora en vidas y propiedades, no fue menos trágica para la marcha de la vida religiosa. Naturalmente aquellos cinco años pasados fuera del claustro fueron para muchos ocasión poderosa de relajación en todos los sentidos. De ahí que, impul­ sados por las leyes injustas del gobierno intruso que les obligaba a vivir fuera del convento y obligados a no llevar hábito religioso, muchos se secularizaron. Aunque no poseemos datos muy exactos respecto a los Capuchinos de Castilla, sí son suficientes para afirmar que fueron muy contados, como ya anotamos, los que se acogieron a tal autorización. (4) Ibíd., 747. (5) Archivo Arzobispal de Toledo, leg. 1.007, Registro (1816-1817), p. 77. (6) A tal finalidad, el entonces Guardián, P. Fermín de Alcaraz, dirigía al rey una súplica (3 marzo 1825) diciendo que aquel convento había tenido tantos desperfectos que, no obstante los esfuerzos del pueblo para reedificar la iglesia y algunas celdas, sólo podían vivir en él los religiosos «por el debido empeño de conservar a todo trance este monumento de tanta piedad y en que tanto se esfor­ zaron los ascendientes de V. M.», por lo que pide maderas y otros materiales, «siendo precisión alguna obra para que los enfermos puedan tener el alivio de celda de que carecemos hoy y marcadas éstas en un claustro arruinado de 40 pies de largo»; y más tarde (20 abril 1827) solicitaba una limosna en vista de los calamitosos tiempos que corrían; se le dieron 200 ducados (Arch. del Pal. Nac. de Madrid, Corporaciones religiosas, leg. 3, Capuchinos). Sabemos que, en virtud de orden recibida, se reunieron los religiosos en casas particulares ya en noviembre de 1814; también, que en 1819 se había ya terminado la reconstrucción de la sacristía y panteón ( Libro de entierros de este Combento de Capuchinos de Santa Leocadia desta ciudad de Toledo, ms., pp. 21-22, APC, 46/2). (7) Carta pastoral que dirige a sus súbditos el M. R. P. Fr. Francisco de Sol­ chaga, Predicador de S. M. el Rey nuestro señor Don Fernando VII y Ministro Vicario Provincial de Menores Capuchinos de la Provincia de las dos Castillas, Madrid, 1813. Está firmada en el convento de Calzada de Calatrava, 12 de sep­ tiembre de 1813.

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