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LOS RELIGIOSOS EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 317 pletamente instruidos, se habilitaron para el pulpito y confesonario, cuyas funciones desempeñaban a satisfacción de aquella comunidad». Todos siguieron allí desempeñando sus ministerios, falleciendo al poco tiempo el P. Valerio de Monteagudo, de enfermedad contagiosa; regre­ saron posteriormente a España los PP. Faustino de Zaragoza, Mariano de Villaro y Mariano de Luno, y más tarde lo hicieron los PP. Justo de Barbastro y Luis de Medina del Campo, una vez ordenado (24). 6 . Y llegamos a un punto que no puede pasarse en silencio: los servicios prestados por los Capuchinos castellanos a la patria en aquella guerra de invasión, que en muchos momentos alcanzó caracteres de sanguinaria y feroz. Es un hecho más que nos demuestra cómo los Capuchinos supieron compenetrarse con el pueblo en aquellos momen­ tos angustiosos (25). Es altamente significativo el cuadro de Zacarías Velázquez, repre­ sentando las matanzas perpetradas por los franceses en el Paseo del Prado como consecuencia del levantamiento del 2 de mayo. En él aparecen varias personas fusiladas y otras que son llevadas por la fuerza a la misma pena; entre éstas aparece también conducido un capu­ chino (26). No deja de ser altamente significativo, al igual que lo sucedido en Valladolid a principios de enero de 1809. Encontrándose allí Bonaparte, hizo comparecer en su presencia el día 7 al superior de los Capuchinos, a quien trató con el mayor vilipendio porque en el verano anterior un religioso suyo había predicado levantando al pueblo contra él (27). Justamente otro capuchino del convento de San Antonio del Prado, el P. Justo de Madrid, había predicado también, en la vís­ pera del 2 de mayo de 1808, en una función religiosa «por los felices sucesos de la Monarquía», un sermón en que hizo una identificación absoluta entre los sentimientos de la religión y de la patria (28). Es muy digno de destacarse lo sucedido en el convento de Rueda (Valladolid). Se desprende de varios documentos que dos de sus mora­ dores habían marchado a engrosar, ya desde el principio, el ejército del general Cuesta en calidad de capellanes; y, mientras algún vecino los acusaba de «revolucionarios» y que predicaban en contra del jura­ mento de fidelidad al rey intruso, otros afirmaban que los Capuchinos de Rueda predicaban sólo la palabra evangélica, trataban de sosegar (24) VA, 739. (25) Remitimos al lector a la obra del P. Ambrosio de Valencina, O.F. M. Cap., Los Capuchinos andaluces en la guerra de la Independencia. Sevilla 1910, donde se hace relación de cuanto en estos años hicieron los Capuchinos de la provincia de Andalucía, en cuyas páginas también se habla algo de los castellanos. (26) Cfr. Angel Fernández de los Ríos, Estudio histórico de los hechos po­ líticos en la España del siglo XIX, I, Madrid 1879, 56-7, donde se pone un grabado de dicho cuadro. (27) Manuel Martínez, O. de M., Nuevos documentos para continuar la his­ toria de algunos famosos traidores refugiados en Francia, Madrid 1815, 77. (28) J. Pérez de Guzmán, El Dos de Mayo de 1808 en Madrid, Madrid 1908, 310.

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