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266 LA P R O V IN C IA D E F F . M M . C A PU C H IN O S DE C A ST IL L A E l último en llegar a la Luisiana,' en julio de 1785, fue el P. Ber­ nardo de Deva, aunque luego fue el de más prolongada permanencia. Estuvo primero en Nueva Orleáns un año; luego recibió el nombra- mento de cura de San Bernardo de Galveston (26 de agosto de 1786) y de San Gabriel de Mancak; pasó a Iberville (1 de septiembre de 1789) y de aquí a Atakapas (31 de marzo de 1790), y más tarde (16 de julio de 1796) a Nueva Orleáns de teniente, viéndose obligado a reti­ rarse por enfermo a Valenzuela (1 de marzo de 1793), donde continuó hasta 1805 por lo menos; no obstante haber conseguido permiso para retirarse a un convento de España con el oportuno sueldo, siguió en la Luisiana y como párroco de la Asunción de la Fourche hasta cumplir los 80 años, apartándose entonces del ministerio parroquial, pero no de aquella provincia, en la que murió a los 82 (54). Y a hicimos notar que el modo de proceder del obispo auxiliar Padre Cirilo de Barcelona fue causa de no pocos disgustos entre los religio­ sos. Sus arbitrariedades en el gobierno de la Luisiana le llevaron a perder la estima del obispo de La Habana, llegando incluso aquél a pedir por su cuenta y riesgo siete Franciscanos de Cuba, que sustitu­ yesen a los Capuchinos, sobre todo de Castilla, siendo así que eran éstos los enviados por el Consejo de Indias para atender espiritual­ mente los habitantes de aquella colonia. Por eso, en junta del obispo de La Habana, el gobernador y prefecto se determinó se hiciese volver a los expresados Franciscanos: que en su lugar fuesen otros tantos Capuchinos de La Habana y que uno de éstos fuese superior de todos los religiosos que allí hubiese (55). A sí se hizo, y el designado para ese cargo fue el P. Joaquín de Portillo, perteneciente al Colegio de Misioneros de La Habana des­ de 1784. Con él fueron además estos religiosos: PP. José de Villapro- vedo, Tirso de Peleagonzalo, Buenaventura de Castro, Diego de Ca- rriedo y Félix de Quintanar; arribaron a Nueva Orleáns el 8 de diciem­ bre de 1790. E l P. Portillo iba también nombrado párroco de Nueva Orleáns, vicario general y juez eclesiástico; estos dos últimos cargos los desem­ peñó sólo hasta el 31 de diciembre de 1792, pero continuó con los otros hasta agosto de 1795, en que el P. Antonio de Sedella volvía a ser párroco de la capital, aunque no superior de los religiosos, quedando éstos, como dijimos, medio sujetos al obispo residencial de la Luisiana y Florida y al Prefecto del Colegio de La Habana. E l P. Portillo, gran predicador y excelente misionero, amante de la piedad y del esplendor del culto, después de trabajar con celo ejemplar en Nueva Orleáns, carta del P. Zamora, Panzacola, 17 septiembre 1804 (A G I, Santo Domingo- Cuba, 102). (54) Expediente y nómina del P. Bernardo de Deva (A G I, Santo Domingo- Cuba, 538b y 566); carta del P. Deva, febrero 1793 (ibíd., leg. 102); C a s tillo , obra citada, 72; Necrologio, 26. (55) Carta del obispo de La Habana al rey, 5 octubre 1790 (A G I, Santo Domingo, 2271).

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